Porque el saber no muere, sino inspira...
¡Oh, musas, despertad ahora! ¡No nos abandonéis aún!

martes, 13 de diciembre de 2016

Adefesio estilizado

  
  Bueno, resulta que no sé qué escribir (será el frío húmedo de mi guarida, que entumece el seso), pero alguien dijo hace tiempo que uno debe darle al teclado con cierta frecuencia si quiere llamarse escritor; así que, aunque sólo sea por conservar el nombre, voy a llenar esto de sinsentidos. 

   El café, qué haríamos sin él. Yo me estoy tomando uno ahora mismo. Lo difícil es mantenerlo caliente. Sólo lo está recién hecho, pero ya os digo, con este frío se hiela en cuestión de minutos; encima lo mezclo con leche -solo no me gusta- y me da pereza calentarla aparte al fuego. ¿Microondas, dices? Qué burgués. Aquí nos va el gas. 
   El caso es que a lo sumo lo tomamos templado, y aún así deja escapar humo el jodido; pero igual sucede con nuestro pipí, que está más caliente. Y es que parece que de frío va la cosa. Os prevengo: en Valencia hace frío, no mucho pero húmedo, de manera que siempre pareces tener los pies algo mojados. Además las casas, especialmente las casas humildes, están mal acondicionadas, porque esta ciudad tiende más al verano que al invierno, por lo que no merecía la pena el esfuerzo; con el frío se pasa frío, punto. Así pues el café se hace importante, y los tés, las mantas, tener un gato, compartir piso... Todo esto lo hacemos los jóvenes, no por necesidad, no, sino por darnos calor entre nosotros, por empatía; en ocasiones hasta surgen líos de sábanas, lo cual está muy bien.

   Por la noche, ya que me deslizo hacia la antropología, nos reunimos algunos neoadultos en los bares baratos del barrio para tomar dos o tres cervezas... De tanto en tanto nos damos el lujo de comer algo también, que bueno es el cenar, aunque no sea todos los días. Ojo, ya quedó lejos aquello del botellón para nosotros. Yo os hablo de cervezas. Somos de otra generación, la siguiente a aquella, la que en general no es 'nini' y, o bien trabaja, o bien busca algo nuevo que estudiar (más lo primero que lo segundo, que muchos ya descubrimos que lo de la educación y las buenas notas era fuerte pantomima). Del trabajo habréis oído algo... No suele ser una de esas profesiones que te permiten formar una familia a tus veintipico o treinta, sino varias labores cuyos méritos alcanzan para pagar un alquiler, compartido si temes a la soledad (o a quedarte sin blanca), y para tomarte una cerveza cuando quieres, regalarte un par de libros ajaditos, renovar el ticket del metro, tu comida y la del gato.


  En fin y concluyendo, que tanto leer no es bueno (a mí me da por olvidarme de lo que pensaba hace segundos): vivimos más humildemente, los que no venimos de las ramas más altas del árbol; a menudo más humildemente que nuestros padres lo hicieron... ¿pero vivimos peor? La felicidad, como la belleza, es relativa, tanto que ni existe. Hay buenos momentos y bellos instantes, eso sí. Ahora bien, ni se os ocurra apuntaros este tanto, gobernantes nuestros. Mi adaptación no es vuestro mérito. (Y acabó la cosa en pulla política. Vaya, vaya...)

viernes, 25 de noviembre de 2016

Reivindico a Larra

Mariano José de, porque no hay periodista que, leído en voz alta, me dé mayor placer. Se trata de su humor, de su ironía y de ese dominio del castellano que dista muchas leguas del que atesoramos hoy. Aprecio además su soledad y biografía, y su trágico final tiene para mí carácter de advertencia, como el reflejo lejano de una vida pasada.

  A continuación, un fragmento de su artículo ¿Quién es el público y dónde se encuentra?, del 17 de agosto de 1832. Será innecesario que se retrotraigan ustedes en casi dos siglos, pues esto es tabaco fresco:
"¿Y esa opinión pública tan respetable, hija suya sin duda [del público], ¿será acaso la misma que tantas veces suele estar en contradicción hasta con las leyes y la justicia? ¿Será la que condena a vilipendio eterno al hombre juicioso que rehúsa salir al campo a verter su sangre por el capricho o la imprudencia de otro, que acaso vale menos que él? (...) ¿Será la que acata y ensalza al que roba mucho con los nombres de señor o de héroe, y sanciona la muerte infamante del que roba poco? ¿Será la que fija el crimen en la cantidad, la que pone el honor del hombre en el temperamento de su consorte, y la razón en la punta incierta de un hierro afilado?
(...)
Y en segundo lugar, concluyo: que no existe un público único, invariable, juez imparcial, como se pretende; que cada clase de la sociedad tiene su público particular, de cuyos rasgos y caracteres diversos y aun heterogéneos se compone la fisonomía monstruosa del que llamamos público; que éste es caprichoso, y casi siempre tan injusto y parcial como la mayor parte de los hombres que le componen; que es intolerante al mismo tiempo que sufrido, y rutinero al mismo tiempo que novelero, aunque parezcan dos paradojas; que prefiere sin razón, y se decide sin motivo fundado; que se deja llevar de impresiones pasajeras; que ama con idolatría sin porqué, y aborrece de muerte sin causa; que es maligno y mal pensado, y se recrea con la mordacidad; que por lo regular siente en masa y reunido de una manera muy distinta que cada uno de sus individuos en particular; que suele ser su favorita la medianía intrigante y charlatana, y objeto de su olvido o de su desprecio el mérito modesto; que olvida con facilidad e ingratitud los servicios más importantes, y premia con usura a quien le lisonjea y le engaña; y, por último, que con gran sinrazón queremos confundirle con la posteridad, que casi siempre revoca sus fallos interesados".

  La próxima vez, pues, que lean su periódico, que escuchen en su televisión o radio al tertuliano o al político hablar de lo que los españoles opinan (al menos los buenos españoles), acuérdense de las palabras de aquel periodista cuerdo que pasó su juventud observando y escribiendo en un Madrid no muy distinto al nuestro. Y es que leer da libertad, al menos en el pensar.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Same Old Story

El fuego ilumina
los ojos de los niños
y la música es el canto
de la masa encantada.

Villancicos de odio,
¿quién no los escucha?



viernes, 28 de octubre de 2016

La democracia de los grandes almacenes


Lo que queda de democracia tiene que interpretarse como el derecho a elegir entre productos. Los líderes de las empresas hace tiempo explicaron su necesidad de imponer sobre la población una "filosofía de lo inútil" y de "falta de objetivos en la vida" para "concentrar la atención de los seres humanos en las cosas más superficiales en las que consiste gran parte del consumo de moda". Abrumados por este tipo de propaganda desde la infancia, es posible que las personas lleguen a aceptar unas vidas sin sentido y subordinadas y a olvidar las ideas ridículas acerca del control sobre sus propios asuntos. Es posible que dejen su destino librado a los genios y, en el ámbito político, a las que se denominan a sí mismas "minorías inteligentes" que sirven y administran el poder.
Noam Chomsky, 'Un mundo libre de guerra' 

  Como suele decirse, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. 
  Que los partidos políticos -más bien candidatos: ya no sabemos leer programas- entre los que elegimos cuando, y sólo cuando, somos convocados a las urnas, recuerden a esos productos fabricados para atraer al mayor número posible de clientes, es pura coincidencia. 
   Que entre los placeres de la vida se incluya comprar el último grito en telefonía móvil, acudir en masa a ése concierto o disfrutar con el conocimiento de que Angelina Jolie se arrepiente de haber dejado a Brad, es pura coincidencia. 
   Que nuestras inteligentes minorías sigan llevándonos en tren de alta velocidad hacia ese capitalismo que combina lo peor de la vieja mercantilización del trabajo con el Matrix financiero que anula a las democracias, es pura coincidencia. 

Creemos que tenemos nuestra inteligencia, al menos; nuestro conocimiento y educación. En especial los jóvenes desposeídos de hoy (menos desposeídos que muchos, sólo que más conscientes de ello). Pero ¡ay!, querido, no somos tan listos... Se domesticó ya al ser humano, y como el perro perdió su instinto.


martes, 18 de octubre de 2016

La ninfa del Lago Verde

Un cuento de Santiago Herrero



Hace ya algún tiempo, en la región de Kaimuchi, cuyas frescas aguas bañan la falda del Monte Amargo –así llamado por la presencia retorcida de sus árboles–, se contaba esta leyenda sobre el amor inmortal entre una ninfa y un hombre:

Se hallaba un día el Dios Celoso emplumando cuidadosamente sus flechas, cuando llegó a sus oídos la más dulce melodía que jamás hubiera escuchado. Con los ojos bien abiertos observó a través de las nubes, y así pudo contemplar a la ninfa Saru-Kita, quien embelesaba a los peces del Lago Verde tocando hermosas notas y paseando sus dedos sobre las aguas. En el acto creyó amarla y, consumido por la pasión, bajó a su encuentro en forma de garza.

Al verlo acercarse, la ninfa cesó en su canto, y el dios abrió sus espléndidas alas del color azul del cielo. Saru-Kita se aproximó para acariciar su blanco pecho, y el dios picó en su vestido con suavidad. Prosiguió la ninfa con su canción y la garza, con los ojos llenos de fuego, la arrojó a tierra dispuesta a desnudarla. Ella luchó desesperada, pues se daba cuenta del engaño, y de una fuerte patada empujó a la ligera ave, que perdió unas cuantas plumas. El Dios Celoso, terriblemente ofendido, graznó mientras crecía hasta alcanzar el tamaño de una casa, hizo presa de la joven con sus poderosas garras y la elevó hasta el cielo, diciéndole:

Nunca nadie rechazó a un dios. Las aguas callarán ahora tu canto, y sólo quien te busque sin maldad, con los ojos puros, podrá verte. Pero conozco al hombre: morirás en soledad.

La ninfa cayó entre lágrimas sobre el lago y se hundió junto a sus verdes rocas, donde los peces la acogieron.


Esta historia pronto se supo en todo el país, dado que en aquella época los hombres aprendían sus malas artes de los dioses. Numerosos príncipes y reyes vecinos se decidieron a probar suerte, pues qué honor no recaería sobre aquel que pudiese desposar a la hembra que osó negársele a un dios. Acudían vistiendo sus mejores galas, envueltos con finas sedas y perfumes, joyas en sus manos y kohl en sus ojos. Observaban las aguas mientras sus caballos pastaban cerca, convencidos, al ver sus magníficos reflejos, de que la ninfa emergería en cualquier momento y cantaría para ellos prendada. Pero la pobre Saru-Kita lloraba en silencio desde las profundidades, cada vez más furiosa pues comprendía que nunca el hombre, celoso como el dios que la maldijo, la querría más que para contarla entre sus riquezas. Era pues mejor quedar allí, inadvertida, hasta que su historia se perdiese en el tiempo.


Transcurrieron los años y, efectivamente, las visitas cesaron. La hermosa ninfa se mecía en un profundo sueño, rozada por los rayos del sol durante el día, sin sentir el frío de las aguas por la noche. Apareció entonces en la región un forastero de aspecto desaliñado, llamado Sinto-Ogo, quien viajaba siempre solo escuchando historias para poder a su vez contarlas en otros reinos. Tenía ojos melancólicos, pues muchas leyendas hablan de tristeza y soledad, pero su mirada se alegraba al oír un cuento nuevo, no tanto por aquello que le contaban –dado que la mayoría de historias se parecen entre sí– como por la forma en que las ancianas y pobres gentes lo narraban, expandiendo en verdad sus espíritus ya cercanos al fin.

Fue así como, referida por un viejo campesino, llegó hasta él la historia de Saru-Kita y el Dios Celoso, y dado que el del tiempo era su bien más abundante, decidió acudir el día próximo a yacer junto a las aguas del Lago Verde.

Allí pasó Sinto-Ogo toda la siguiente jornada admirando el paisaje, a las aves que iban y venían, al rebaño que se acercaba a abrevar, también el lento movimiento de las nubes en el cielo… Mas una vez el sol estuvo ya bajo sobre el horizonte, el cuentacuentos errante se quitó las sandalias e introdujo sus curtidos pies en las frías aguas del lago. De su zurrón sacó su flauta de bambú, que reservaba para las tragedias, y con emoción empezó a cantar:

Escuché anoche la historia,
lago triste,
de la ninfa que acogiste.
¡Qué pena, qué pena
debió sentir la bella Saru entre tus aguas!
pues el hombre no vale nada
bajo este cielo.

Yo quisiera poder verla.
Y así cantarle cuanto siento.
Murió sin duda
de desaliento,
tras contemplar a los amantes
bañarse junto a ella,
y el eterno tránsito de los orgullosos.

Ya los ojos del pobre Sinto
no sonreirán jamás.
No, no lo harán.

Los peces observaban junto a la superficie al desconocido, quien se mecía con su música. Las notas de su flauta reverberaban entre las rocas que poblaban el fondo del lago. Saru-Kita escuchó en la distancia y, acostumbrada a ver a través del agua, despegó sus párpados. Atónita contempló a Sinto-Ogo, quien miraba en su dirección con la cara mojada.

Saru-Kita de verdes ojos:
yo te habría acompañado.
No soy mucho, yo soy pobre,
y así es que aprecio
cuanto no me pertenece.

Saru-Kita, ¡ninfa de amor!
Ya nunca olvidaré tu historia.

Dejó por fin caer sus brazos sin fuerza, y el bambú rozó las aguas. Entonces algo mágico sucedió, pues a través de la flauta se oyeron suaves notas de una voz cristalina. Sinto-Ogo abrió mucho los ojos, petrificado, y tras quedarse así unos segundos fue a mirar tontamente por el hueco del instrumento. Justo en ese momento algo emergió del lago, a pocos metros de él: era el rostro de Saru-Kita, a quien su alma al punto reconoció como a una vieja amiga. Observó sus ojos, del color de la luz contra la roca verde. Observó su piel, clara como la luna de invierno. Ella emergió todavía un poco más, y ambos quedaron mudos, contemplándose.


A quienes viajen a la región de Kaimuchi, cuyas frescas aguas bañan la falda del Monte Amargo, se les pide que transiten en silencio. Quizás así escuchen las más bellas melodías, cuando el viento sopla sobre el Lago Verde.

martes, 11 de octubre de 2016

Mors certa

Vive ahora,
un parpadeo frente a la luna.

Vive,
algo de alcohol, cigarro
y sexo.

No preguntes al mañana
que el morir mejora
con la edad.

Consúltale en su lengua
al bello bárbaro
y no ignores al vicio
de estar vivo.

Vive ahora
y siente del presente
los latidos, bramidos
de viento en tu ventana.
No la cierres,
que el pasado escapa y lo demás
ya entra.

Piensa.
Siente.
¡Siente!

lunes, 26 de septiembre de 2016

Crimen y castigo


 Al razonamiento se había impuesto la vida.



 De la novela de Dostoyevski cada uno sacará un mensaje diferente y más o menos coherente con sus circunstancias vitales. Para mí, lo que el autor ruso explora a través de sus personajes son las posibles razones para existir, esto es, el sentido de la vida, y cómo es ésta una cuestión que por doquier atormenta a las almas sensibles. Cuál es la propuesta, es decir, la respuesta que el escritor da a esta pregunta máxima es ya algo más difícil de establecer. 


  Sé lo que diréis muchos, que la novela trata de un joven enajenado y asesino, de su megalomanía infructuosa y sus problemas de conciencia... y no os falta razón, pues a lo largo de sus numerosos personajes y diálogos el genial autor toca muchos palos: la experiencia de la miseria, las opiniones de los socialistas rusos, la moda del nihilismo y las tendencias psicológicas de la época, la diferente perspectiva entre la potencia romántica de la juventud y el ''saber hacer'' asentado en la edad y el conocimiento de los caracteres humanos, o entre la forma de vida fundamentada en una ética social -y más o menos hipócrita- y aquella otra basada tan sólo en el dionisíaco placer de los sentidos. Aun así y en mi opinión, la base sobre la que yace el edificio de este complejo libro es aquella que apuntaba arriba, la de qué sentido le damos a nuestras existencias para convertirlas en verdaderas vidas. 

   Raskolnikof, el protagonista, es una de esas personas en las que una amplia inteligencia unida a una extremada sensibilidad dan lugar a un ser torturado; alguien que no se encuentra a gusto con la sociedad, sus normas, sus códigos morales, y sin embargo no sabe vivir sin atenerse a ellos; alguien en quien la voluntad y los hechos se oponen; alguien que no sabe disfrutar de las pequeñas cosas, que razona demasiado -sin la fuerza maquinal de quien se adapta sin pensar a su contexto- y se entrega demasiado poco a los sentimientos centrífugos. Siente una piedad excesiva por sí mismo y es a la vez su peor juez, su propia némesis. Intenta verse como un héroe, un resistente, pero no lo es, pues ya no hay héroes -quizás jamás los hubo-, y se deprime, se hunde, se solivianta, mata. Hasta el epílogo de la novela no vislumbré la conclusión, que es la que sigue: la vida es lo que es, y sólo nosotros, junto a esos otros "nosotros" que nos rodean, podemos darle un sentido que nos aleje del dolor y la locura.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Diálogos conmigo mismo (I)



- Hazte adulto. Madura. Deja de creer en tu dios, el amor. Las cosas nunca salen como uno quiere.

- A veces lo hacen.

- Sí, a veces sí. Pero la realidad siempre acaba haciendo aparición, y golpea duro al desprevenido. ¿Y la realidad definitiva? Ésta es la muerte: el mayor regalo de la naturaleza. ¿La abrazarás cuando te llegue?
Sólo los ilusos se aferran.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Homo

La mierda huele y echa humo
lo mismo que un buen pollo
o que la exbruja y expagana
Fotografía del autor (Alboraia)
quemada por los hijos
de un dios de amor.

La Tierra hiede y echa humo
factorías y cloacas,
mar de mierda subliminal
sobre el que la sociedad descansa
en profundo sueño.

Nos pudrimos, sin duda,
rápido por dentro, más lento
por fuera.

Nos creemos mucho
-merecedores de un certero apocalipsis,
principio y final de la historia-
mas somos menos que nada,
puesto que la nada perdura
en su lucha con el algo.

Somos la gota que se evapora
y cree sobre el mar reinar;
elegida entre las olas,
sentido de las mareas...

¡Cómo crece nuestro orgullo!
Ligera pompa,
previsible y vana.



jueves, 4 de agosto de 2016

De la melancolía absurda

  La vida humana está llena de espantajos, humores insalubres que cuesta respirar. Pero siempre habrá algo que nos empuje a atravesarlos, cual nube tóxica, llevándonos la mano a la boca y llorando con alma y ojos. Quien dice esto ha coronado ya alguna de estas sierras, filosas y negras, mas la experiencia también anima: aun y cuando vuelva a suceder, sabrás siempre que de la penumbra se sale como a la luz del sol, tan seguro como que en otro momento una nube vendrá a ocultar al astro padre; pero pierde cuidado… será por poco.

  La melancolía es, por tanto, poco práctica, como no sea para componer valientes versos desgarrados, conjeturas de anacoreta y dibujos monocromáticos. La melancolía nos sirve, oídlo bien, para darnos importancia. Se piensa en la muerte y en la futilidad de todo, sí, pero es la esperanza vana de ser importantes la que nos lleva a esa suerte de existencia quejumbrosa, tan pantomímica como las demás. Al universo, a la naturaleza, a cada arbusto y su gorrión les traen al pairo tus cuitas, o les abrasan tanto como a ti las suyas. El hecho es que tenemos un tiempo alegremente reducido en este mundo, y que podemos pasarlo engañados o penando, dándonos al placer sensual o al recogimiento orgulloso: cualquier opción es igual de mala y buena. Produce arte, eso está bien; comparte tu emoción con los insignificantes que quieran prestarte unos minutos de atención; préstale la tuya a otros. Para todo lo demás –recuérdalo–, estás solo. Acompañado y solo, solo en compañía. Si no se queja el olivo, viejo, arraigado y sabio, no lo hagas tú, con libertad para alterar tu existencia hasta el punto de acabarla. No siempre estarán ahí los sabores, los olores, los placeres y las vistas que hoy te ven llorar. Haz el uso que quieras de ellos, quéjate del mundo si gustas pero, por favor, no te creas tanto. Sería absurdo. 

Fotografía del autor en Carrica/Peñalba
(Segorbe, Castellón)

sábado, 9 de julio de 2016

Claudio, emperador y republicano

  La frase que mejor puede definir la conclusión de la bilogía de Robert Graves dedicada a la vida de Tiberio Claudio César Augusto Germánico (10 aC - 54 dC) es la que sigue: "Tendrá que volverse mucho peor antes de que pueda mejorar".

  Y es que Claudio, erudito estudioso del pasado -como el mismo autor de la novela- y acertado analista del presente, quien logró sobrevivir a Livia, la astuta mujer de Octavio Augusto, a Tiberio y a Calígula, para ser eventualmente y contra su intención proclamado emperador... Claudio, digo, quiere pero no puede. 
  Claudio quiere, aprovechando los poderes que el adulador senado le otorga, arreglar los principales descosidos que dejaron sus dos predecesores, pretendiendo ser recordado -aquí su ego de historiador- como un buen gobernante, práctico y justo, para, finalmente, poder devolver el poder al senado restableciendo la República; pasado dorado no tan remoto al que nadie, empero, parece dispuesto a volver. Mas Claudio no puede, dado que demasiado ha penetrado entre el pueblo y sus gobernantes la costumbre a dejar hacer, el miedo al cambio. Es cómodo tener a quién culpar, y encargarse cada uno de sus propios asuntos; soportar el mal menor y conocido, el status quo, y observar de lejos los males de otros esperando que no vengan a llamar a la puerta propia. Se trata, en fin, de una sociedad no preparada para tomar las riendas, infantil e infantilizada, impulsiva, ingrata y rápida para reclamar que la dejen morir tranquila. Por eso rinde Claudio su sueño -siempre según Graves- de restaurar la república desde arriba, depositando su esperanza cínica de anciano en un detestable heredero, Nerón, quien quizás pueda forzar a Roma a recuperar su dignidad y demandar, activamente, algo digno de su pasado. 

 ¿Fue la suya una esperanza vana? 
  La respuesta es historia.

Busto de Claudio del Museo Arqueológico
Nacional de Nápoles (Wikipedia)


miércoles, 6 de julio de 2016

Frontera. Futuro

"¡Eh! ¡Alto ahí!"
Corre como si sólo sangre y fuego llevase encima, corre y más que corre vuela,
pero la bala llega y no duele.
Palomas de pluma y rojo surgen del pecho abierto y siguen volando,
lejos del cuerpo que da en la tierra, lejos los gritos, botas y grava.
Sus iris se tornan grises como la mar, pero allá arriba el ave vuela,
y sube,
y vuela.

Pronto reclamará venganza, el ave junto al perro, el cerdo con el gusano.
Volverán sus ojos contra los hombres, les clavarán sus dientes y la marea los engullirá
sin medir ni pensar, gris,
pues poco mide y piensa cuanto sigue su cauce.
Y las aves, todas, volarán, y los gusanos volverán a sus pequeñas cuevas, y el mar llenará de verde
las cuencas vacías e iguales;

y nadie nunca recordará,
que un día aquí silbaron balas.

Cabeza de león asiria, British Museum (fotografía del autor)

domingo, 26 de junio de 2016

La fiesta de la democracia

(Desde https://msuweb.montclair.edu)

Los que roban la carne de la mesa
predican resignación.
Aquellos a los que están destinados los dones,
exigen espíritu de sacrificio.
Los hartos hablan a los hambrientos
de los grandes tiempos que vendrán.
Los que llevan la nación al abismo
afirman que gobernar es demasiado difícil
para el hombre sencillo. 
Bertolt Brecht, 
'Catón de guerra alemán' (1937-38)






  Curioso lo bien que aplica esta sencilla poesía a quienes hoy claudican, diciéndose unos a otros, en fila y tras las urnas, que viven en democracia. Que somos muy soberanos, que somos todos iguales, ante las leyes y ante sus dioses, que estamos muy avanzados, que somos patriotas sociales.
  Miren a su alrededor y piensen, ¿cuánto hacen por su prójimo? (¿y a quién consideran tal?); piensen luego en los de arriba, y en cuánto les importará. Porque el poder tiende a invertirse en uno mismo, y aquí no manda quien paga, sino quien cosecha el beneficio.

  Voten mucho pero, por respeto a la inteligencia, no se adhieran al sueño conforme... de que vivimos en democracia.

jueves, 9 de junio de 2016

'Tropas del espacio', breve reseña

Guerra contra los arácnidos. Lucha planetaria a vida o muerte entre especies.
Civiles y ciudadanos, sólo los segundos sirven, y así ganan sus derechos políticos.
Creer que la libertad, o cualquier otro derecho, se tiene sin más, fue el error que llevó a las democracias del siglo XX al ocaso. Los derechos hay que ganárselos sirviendo a la comunidad, que es la única que puede darlos y garantizarlos.



  Estas son las principales líneas por las que discurre la novela Tropas del espacio (1959), de Robert A. Heinlein. El libro ha sido tachado de promilitarista, y puede que sea verdad, pues claramente defiende aquello de dulce et decorum est pro patria mori. La guerra de Corea acababa de finalizar al publicarse la obra -con no muy buenos resultados para los EE.UU-, y existían una serie de iniciativas para acabar con los ensayos nucleares, algo a lo que Heinlein se oponía (puede verse explicitado en el libro que, cuando una sociedad -o raza- que ha renunciado a defender su supervivencia mediante la expansión continua se encuentra con otra que no lo ha hecho, es aniquilada). También ha sido tachado de fascista, algo no tan fácil de ver, pues el fascismo es algo más que el encomio del servicio militar voluntario en una sociedad meritocrática; y de racista, por los términos con los que los humanos se refieren a sus enemigos alienígenas, "chinches" y "huesudos". Sí defiende la novela el castigo corporal, incluso la pena capital, para inculcar una educación moral a la población, desde niños. Veamos un ejemplo de esto:

- Verá, ellos suponían que el hombre tiene un instinto moral.
- ¿Cómo, señor? Bueno, lo cierto es que sí lo tiene. ¡Yo lo tengo!
- No, querida, usted tiene una conciencia cultivada, y muy cuidadosamente adiestrada. El hombre no tiene instinto moral. No nace con sentido moral. Usted no nació con él, ni yo, como no lo tiene el cachorro. Nosotros adquirimos el sentido moral, si es que lo adquirimos, mediante el adiestramiento, la experiencia y el sudor de la mente (...)
 Y ahora, vamos con aquello de los derechos políticos:

- Esta relación tan personal, "el valor" -prosiguió-, tiene dos factores para un ser humano: primero, lo que puede hacer con una cosa, su uso. Y segundo, qué deben hacer para conseguirla, su costo. Hay una antigua canción que asegura que "las mejoras cosas de la vida son gratuitas". ¡No es cierto! ¡Es totalmente falso! Esa fue la falacia trágica que produjo la decadencia y el colapso de las democracias del siglo XX. Estos nobles experimentos fallaron porque se había hecho creer a la gente que podían votar para pedir lo que querían, y conseguirlo sin esfuerzo, sin sudor, sin lágrimas.

  Este es el punto interesante de la novela, la idea de que uno ejercería mejor sus derechos políticos, con mayor responsabilidad y conciencia si, personalmente, hubiese tenido que ganárselos. Ello no quiere decir que los "civiles" estén esclavizados cual ilotas espartanos, no; pueden disfrutar de los beneficios del Estado, tener negocios, hacerse ricos, pero nunca votarán, ni harán leyes, ni podrán ser elegidos para ningún cargo político. Es una idea atractiva, no carente de lógica y, por ende, potencialmente peligrosa. Desde luego, sería mucho mejor poder ganarse esos derechos de ciudadanía de maneras más constructivas que sirviendo en el ejército de la Federación Terrana, pero la idea queda ahí, ha sido sinceramente expuesta por el autor y, aún hoy, más de cincuenta años después, sigue generando inquietud y debate. Y eso es lo que define un libro digno de ser leído.

lunes, 6 de junio de 2016

De igualdad o libertad (Marat/Sade)

¿Es la libertad compatible con la igualdad? ¿O debemos pagar con un mundo menos justo el precio de nuestro libre albedrío? ¿Es realmente posible, la igualdad? ¿Existe, pese a todo, la libertad?


  Estás son algunas de las preguntas que Peter Weiss plantea es su obra Marat/Sade (o La persecución y asesinato de Jean-Paul Marat representada por el grupo teatral de la casa de salud mental de Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade), obra que tuve el placer de contemplar el pasado sábado gracias a la compañía Atalaya, ducha en erizar el bello del público a través de su inquietante ejecución.

  Marat, líder de la Revolución, confía en la lucha como medio de los desposeídos para alcanzar la justicia en este mundo. Éstos, los oprimidos de la historia, ven en él una especie de Mesías y cargan sobre sus hombros todo el peso de su esperanza. El rabioso Jacques Roux asegura que nada se consigue sin violencia y sangre derramada, pues nadie entrega sus privilegios si no es forzado a ello. Carlota Corday, quien esgrime el cuchillo asesino, confía en poner fin a la locura que atenta contra el único modo de vida que jamás conoció. Sade, por último, batuta directora del caos, se ríe de todos ellos y sólo confía en el poder del individuo (y en el de él mismo) para cambiar de algún modo la realidad, siquiera sea la propia.

  Una obra imprescindible que, magistralmente situada en un hospital mental -pues todos enfermamos al aceptar el status quo del mundo tal como nos es entregado-, plantea la irresoluble disyuntiva a la que se enfrenta el ser humano.

Imagen traída desde http://www.atalaya-tnt.com/

domingo, 29 de mayo de 2016

No está siendo


No está siendo un mes sencillo
con los sueños y las faltas,
y las faltas de los sueños.
Fotografía del autor (Melilla)

No está siendo tan sencillo,
que pasando pasa el tiempo
y aún con risas hago un tiento;
pero dentro no me río,
no.

Y ya sé de qué se tratan
luchas y supervivencias:
no por pan o bala ajena,
mas por ser y bala propia.

No está siendo un mes sencillo,
quién lo piense que se entere:
porque en sueños aún parece
y en el día soy el lobo.

Pobre lobo, fiel buen lobo,
nunca habrá quien te consienta.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Caballito

  Había una vez un prado y un caballito que trotaba y retrotaba por él, hasta que atravesó elegantemente una puerta que ante su cara apareció. Tras la puerta se encontraba un guapo enano, que llevaba un recto y verde gorro sobre su calva cabeza, tenía la nariz pequeña y los labios gruesos.
- Dime una cosa, caballito: ¿a dónde crees que vas? 
- Voy y vengo, sin más. No busco nada en concreto, -le contestó el potrillo. 
- Pues eso no está pero que nada bien, mi cuadrúpedo amigo. Debes desear algo que no tengas, para ir a por ello con obcecación y orgullo. ¿Qué tal el amor de una hembrita que te ignore? ¿Qué tal ser el más rápido de entre tu especie? ¿Y viajar a lejanos lugares donde nadie antes haya estado, eh? Me refiero a algo que te haga único de verdad, especial. Yo, por ejemplo, tengo mi gorro verde, el más verde y recto de todos los enanos, y estoy muy orgulloso de él, aunque me costó mucho trabajo y dinero conseguirlo, y aún debo pagar la deuda. 
- No entiendo lo que me estás diciendo, pequeño amigo. A mí me gusta trotar por los campos, y no hay nada que yo desee... pero quizás tengas razón, y deba empezar a preocuparme por algo. ¿Y si un día me rompiese una de mis piernas? Tendría que buscarme una de repuesto, antes del invierno si es posible. ¿Y si de pronto dejase de haber pasto a mi alcance? Quizás debería ir guardando una parte en algún agujero, para que nada malo me pase llegado el caso. ¡Muchas gracias, amigo, por hacerme ver cuán ciego estaba! 
- No hay de qué, caballito.

   El enano agitó levemente su sombrero a modo de despedida, y el caballo le sonrió antes de seguir con su camino. No obstante, a los pocos metros, empezó a caminar más lentamente, mirando a diestra y siniestra algo intranquilo, y antes de que pasase mucho tiempo se sintió cansado y se fue a su cama por miedo a enfermar.


Dibujo del autor sobre cartón

martes, 26 de abril de 2016

Sobre usted

"En algún rincón apartado del Universo rutilante, configurado por innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro donde animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue aquel el minuto más arrogante y mendaz de la 'Historia Universal'; pero tan sólo fue un minuto. Al cabo de unas pocas respiraciones más de la Naturaleza, el astro aquel se congeló, y los animales inteligentes murieron"   
  F. Nietzsche, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral 

Fotografía del autor 
¿Qué es el hombre?
   Un ser que se cree mucho: cúspide de la naturaleza y del universo, jefe imperecedero de la creación, eterno capricho de un dios que se le parece. El hombre es un ente extraño y extravagante, maravilloso y exagerado por ser capaz de lo más bello y siniestro; un ser creador e imaginativo, repulsivo y voraz, la plaga que habitó el planeta y lo llenó de plástico, pero también de música y pintura. El hombre sólo entiende de sometimiento, pues tan bien aplasta como se deja aplastar, y cree que su instinto es cultura y sus motivos, razón. Algunos hombres empatizan y otros no, casi todos esclavizan y absolutamente todos se creen importantes, aunque lo nieguen. Todos creen saber, todos sufren y mueren -mientras sonríen y presumen- y todos buscan el consuelo en los brazos de su detestada especie. La del hombre es la raza que se desconoce, la que se aleja de sí... la menos cuerda de las bestias.

lunes, 11 de abril de 2016

Artistas

"No todas las clases sociales ni todas las generaciones abandonan el mundo voluntariamente; y cuando se ven obligadas a hacerlo, inventan a menudo las más bellas filosofías, cuentos de hadas y mitos, para elevar a la esfera de la libertad, de la espiritualidad y la interioridad la necesidad a la que sucumben"
                                  A. Hauser: Historia social de la literatura y el arte

  Así que, ¿yo soy yo y mi constructo, mis excusas y mi mística de la dignidad, antes bien que mis circunstancias?

   El artista no siempre abandona el mundo por completo, mas sí se siente tentado a hacerlo, actividad esta que llevaría aparejada la mayor separación de sus semejantes y el consiguiente dolor; la continua tentación de volver al redil, tras la seguridad del vallado, en el calor del grupo. Yo no soy artista ni lo quiero ser. La mitología que rodea al genio resulta atractiva, comercial, pero la realidad es más bien penosa, y la vida es un presente demasiado corto para condenarse uno mismo al destierro. No renuncio al arte, sino al absolutismo del artista, que lo somete todo y a todos a su creación, pues bello es incendiar Roma.

  El verdadero artista es un esclavo de sí mismo donde la mayoría lo son de otros; por doquier huye del abismo sin saber que lo lleva dentro, y todo lo sacrifica a ese dios celoso que nada entrega a cambio. Os hablo del verdadero artista, no del creativo, sociable y amoldado, que se sirve de modelos aceptados para repartir caricias en forma de versos, cuadros, libros... que la gente aplaude. La sociedad deshace al artista, lo disuelve. El público empuja el arte hacia el suelo, como un lastre, y el comercio deja sus grasientas huellas sobre cualquier original, quedando éste irreconocible.

  Hasta aquí todo lo que he dicho es constructo -como recuerda la cita de Hauser-, pero ello no lo hace menos cierto, pues la gente vive donde cree vivir.


jueves, 24 de marzo de 2016

Corcel amarillo

Marco de lata caliente,
baila y baila hasta que acabe el sol.
Mira hacia el verde doliente,
verde que no quiere,
verde que se muere.

Basta de lágrimas sin rabia,
muérdete los dientes, que crujan
como cruje-ruge el sol,
el sol que quema, quema montañas,
que quema al verde, que abrasa al dios.

Baila y baila y baila y baila,
baila hasta que caiga el sol;
baila y sangra y ríe y salta,
ruge hasta que torne el dios.

La bomba llega, la bomba viene,
contempla la liberación.

martes, 8 de marzo de 2016

De sabios y de santos

"Desde el punto de vista del sabio, no puede haber ser más impuro que el santo; desde el punto de vista de este último, no hay ser más vacío que el sabio. Ahí está toda la diferencia entre el hombre que comprende y el hombre que aspira", 
E. CIORANBreviario de podredumbre
Fotografía del autor, tomada en Barcelona
   Podemos ampliar el concepto de santo, ideal del hombre que aspira. Se puede aspirar a la salvación, a la vida eterna, pero también se puede aspirar a mejorar la existencia en este mundo, a mejorar a la humanidad, a mejorar las condiciones de vida de un pueblo. ¿Igualmente aspiración, santidad, ceguera?
 ¿Quién es el sabio, entonces? Para Cioran, aquel que no aspira a nada, pues comprende, comprende que todo es vano y que la mejora es imposible o, cuanto menos, perecedera. El sabio no es siquiera un pesimista; el pesimista hace campaña activa contra lo positivo, contra la aspiración, mientras que el sabio se limita a pasar por la existencia, analizándola en mayor o menor medida -aun y sin quererlo, pues ésta es una de las manías de la especie, analizar, casi tanto como aspirar a ser algo más que nada. El filósofo rumano, por supuesto, se incluye a sí mismo entre los sabios, y personajes sabios serían algunos de los protagonistas de las últimas películas de Sorrentino, gente triste, gente que ve, gente que ya no espera nada de la vida porque comprende la debilidad intrínseca a todo lo humano, porque asimila su propia fragilidad, su propia inanidad y lo arbitrario de sus deseos. También las obras de Wilde, de Baudelaire... transpiran sabiduría. ¿El sentido de la vida? No le preguntes a un sabio.
   Personajes santos o que aspiran serían aquellos que esperaban salvar sus almas a través del alejamiento del mundo y sus circunstancias, sí, pero también lo serían un Gandhi, un Hitler o un Luther King, y lo serían por su voluntad y fe en su capacidad para transformar el mundo. Todos los santos triunfaron y fracasaron a su manera: sus logros no fueron tan profundos; su recuerdo no les hace estar hoy menos muertos; su desmedida fe en el mundo acabará con el propio mundo.

Y vosotros, lectores, ¿sois sabios o sois santos?

miércoles, 24 de febrero de 2016

La nave (canción)


Barca que viene y que va,
barca que parte y no vuelve;
nave que vela no tiene
nadie la navegará.

Porque esta nave no está,
no está para los viajeros,
gentes que riegan los suelos
heridos de gravedad.

Porque esa barca no está,
no está para los viajeros,
seres de amor y de miedo
que siempre la observarán.

sábado, 20 de febrero de 2016

Sentir y vida

Y allí nacían las ciudades, que resplandecían para luego desaparecer; y los hombres pasaban, se amaban o se mordían la garganta; luego morían. En aquel desierto, nadie, ni él ni su huésped eran nada. Y sin embargo fuera de ese desierto ni uno ni otro, Daru lo sabía, hubieran podido vivir realmente.
 A. Camus, El huésped

 La tristeza es una compañía ingrata, tanto casi como la alegría, y al nivel de la vida misma. Trato de entenderla, de hacerme su compañero y fluir con ella; con la mía y con la de todos, pues la gente exuda su sentir interno en cada momento y lugar. Puedes verlo en sus ojos, en la forma con que dejan caer la mano sobre sus rodillas, en todo. No es fácil el mundo, no es fácil la vida. En la carta de dolores puede tocarte cualquiera, y cada ser hará del suyo su querida Némesis. Mis jóvenes alumnos me recuerdan la inocencia de tiempos de ignorancia feliz, de falta de experiencia con la existencia. Desde luego que ésta es muchas cosas, también placer y buenos momentos, también pasión violenta, dolor físico, valor infundado y fuerzas de flaqueza. No es menos real la risa que el llanto, pero, ¿lo es más? La risa es una rebeldía, la rebeldía, el carnaval, el sinsentido inverso. La risa es sorprendente y mágica, pues por un momento arroja luz de cristal sobre las sombras que nos rodean. Trato de fluir con la risa y con el llanto, trato de encontrar el placer de esta vida, verídico como su horror, pues no podría haber tanto de este último sin su antagonista y contrapeso. Equilibrio, busco el equilibrio nadando entre torrentes turbulentos. Ningún remolino te engullirá si estás dispuesto a flotar. Escucha el piano, siente el violín. Ríe y llora para estar más vivo.


jueves, 11 de febrero de 2016

'Youth'

"Dices que las emociones están sobrevaloradas. Y una mierda. Las emociones son todo lo que tenemos".

Sorrentino lo ha vuelto a hacer. Si ya en La grande bellezza (2013) nos dejó boquiabiertos con el juego perfecto entre guión, fotografía y música, más de aquel espíritu nos ofrece en La juventud (2015), si bien y en mi opinión, esta su última obra tiene un punto algo más dulce.

   Como dice uno de sus personajes, en la vida hay que escoger entre representar -y ser representado por- el horror, o bien saborear el placer de vivir. Ambos factores seguirán estando presentes, eso nunca cambiará; mas, de alguna manera, debemos elegir a qué bando nos acogemos. De eso trata la película, de eso y de la vida, el amor y la caducidad. Es más sencillo verla que expresarla con palabras...
   Y ya sabéis que, casi siempre, la sencilla es la mejor opción.

El actor Paul Dano como Jmmy Tree (imagen desde http://images.movieplayer.it/)

lunes, 8 de febrero de 2016

TV

Medios, los medios, qué medios;
sus medios.
Estamos mal, qué mal, muy mal,
pues somos crédulos, estúpidos, farsantes.
Incluso tú. Incluso yo.
¿Dónde están nuestros cerebros?
¿En qué momento los perdimos?
Chico, ¡ya estamos muertos!
Se miente mucho y se miente mal
pero es que, chico,
¡ya estamos muertos!


miércoles, 3 de febrero de 2016

'Spotlight', un comentario

"Sube a los cerros de las viejas ruinas y paséate a lo largo y a lo ancho; mira las calaveras de los hombres de otros tiempos y del nuestro: ¿cuál de ellos es el malhechor y cuál el amable filántropo?"
  Pertenece este extracto a un texto escrito en acadio en torno al año 1000 a.C, el conocido como "Diálogo pesimista entre un amo y su siervo" (visto en la magnífica obra de Mircea Eliade: Historia de las creencias religiosas, vol. 1). El escrito parece advertirnos sobre la futilidad de las acciones humanas en este mundo, pues los malhechores se ven tan recompensados como los bondadosos -cuando no más- y, puesto que la justicia no existe, podemos darnos todos por perdidos.

  Pues bien, vengo del cine y mi energía contradice, aunque sea en parte, tan pesimista aviso. La película que he podido ver no es otra que Spotlight (2015), de Thomas McCarthy, una historia basada en hechos reales que retrata la enconada lucha de un grupo de periodistas del Boston Globe para destapar, aun con todo en contra, los soterrados casos de abusos a menores por parte de la Iglesia católica en la capital de Massachusetts. 

Figuras votivas sumerias de Tell-Asmar
(desde https://www.studyblue.com)
  ¿Se hizo justicia con las víctimas, marcadas de por vida por dichos abusos? Probablemente no. ¿Pagaron quienes propiciaron con su encubrimiento la extensión en el tiempo y el espacio de estos casos? Tampoco. 
  ¡Está bien! Vayan todos los cráneos para el mismo cementerio ruinoso. Mas, a pesar de todo, uno siente que esos periodistas, haciendo su trabajo, obraron correctamente, aportando algo de justicia al mundo que no la tiene, lanzando su pequeño grito al viento. Se es parte de la solución o del problema. El simple hecho de dar a conocer esos casos fue importante, al margen de que llegasen o no castigos y compensaciones. Las percepciones pueden ser cambiadas, aun gota a gota, y aunque de nada sirva nada mejor será poder decir, hueso entre huesos, aquello de: "al menos lo intenté, sudé y viví por ello; perseguí un propósito, el bueno, el mío".


domingo, 31 de enero de 2016

Que sepan


Todo se rompe,
se quiebra.
Fotografía del autor. Xàbia

Hasta los más finos brotes
se rompen,
se quiebran.

Las hondas montañas
se rompen,
se quiebran.

La mar en su orilla
se rompe,
se quiebra.

Así el bello sueño
se rompe,
se quiebra.

jueves, 28 de enero de 2016

Dibujo ciego

Para algunos de nosotros la Tierra es como un lugar despoblado, o bien poblado por seres extraños. La música de las tragaperras, la torre de una moderna iglesia iluminada contra la noche, dos chinitas jugando entre las mesas mientras su madre contempla vídeos en su teléfono, interrumpida de tanto en tanto por los clientes.
  Ella parece muy fuerte. Seria, pequeña, con el pelo como un chico, sin curvas; sus ojos rasgados se ven capaces de resistir cualquier cosa; de haberlo hecho ya antes, desde hace cientos de años... y, de repente, arranca a cantar en rudimentario castellano mientras le sirve a una desconocida su café. 

  ¿Qué nos lleva a algunos a esperar de la vida aquello que no deberíamos? ¿Por qué esa preocupación por el futuro irreal, por qué esa desesperación con que nos aferramos a las cenizas del pasado? ¿Qué es la felicidad, sino la hermana inseparable de la tristeza? No podrían existir la una sin la otra, como no podría haber cielo sin tierra, ni luz sin sombra. Sólo existe la Corriente, y la posibilidad de bailar con ella.

  Envidio la fortaleza de algunos humanos. Son como seres extraños.

Dibujo ciego

domingo, 24 de enero de 2016

El destino del caballero


Carente de húmedo aliento,
fatuo fuego que se consume,
anda perdido el guerrero
sin su roca,
sin su roca.

Cayó el caballo quebrado,
la espada hundida en el fango,
la armadura, oscura y rota,
y su prenda...
¡su prenda!
Quedó con él,
siempre con él.
Bañada en pena




viernes, 8 de enero de 2016

Un gusto a almendras amargas, de Hella S. Hasse


El prefecto que oculta su inseguridad tras su fe en las leyes y en el nuevo dios del Imperio. El poeta que ha de conocer la derrota y la larga caída social para entender. Gente que sobrevive, gente que engaña, gente que se mantiene fiel a sus viejos ideales -o a sus viejos dioses. Un crimen contra el Estado y la religión. Un juicio. Recuerdos no sellados que vuelven con persistencia y figura humana a asaltar existencias que se figuran seguras. La Roma de Honorio y Estilicón, del cristianismo ya alejado de su origen, del ocaso y la decadencia anunciada.

Vista desde el castillo de Saetabis Augusta, hoy Xàtiva (fotografía del autor)

martes, 5 de enero de 2016

Un artista del mundo flotante


  ¿Qué sucede cuando un país que hizo de Ares su referente se encuentra abocado a la transformación por la derrota? ¿Qué conflictos pueden surgir entre aquellos beneficiarios de la vieja política y quienes, ahora, buscan encabezar la nueva?

  Estas desavenencias del Japón de la postguerra son las que Kazuo Ishiguro nos permitirá entrever en suspensión -y con la sutileza que caracteriza a los mejores autores de su género- sobre las respetuosas conversaciones de familiares y amigos, así como a través del trato entre artistas, o entre unos discípulos y su sensei. "Quizá nos equivocamos, pero hicimos lo que creímos correcto bajo aquellas circunstancias", es la defensa que el anciano protagonista esgrime frente a las no siempre veladas críticas que parecen arrojarle las nuevas generaciones.
  Una novela interesante por su contenido antropológico, psicológico e histórico, que sabe alumbrar grandes temas a través de un goteo de recuerdos y suave presente.


Klima Kilbane, A man with a Western-style haircut makes love to a woman in traditional Japanese dress (shunga del período Meiji)