Porque el saber no muere, sino inspira...
¡Oh, musas, despertad ahora! ¡No nos abandonéis aún!

domingo, 26 de junio de 2016

La fiesta de la democracia

(Desde https://msuweb.montclair.edu)

Los que roban la carne de la mesa
predican resignación.
Aquellos a los que están destinados los dones,
exigen espíritu de sacrificio.
Los hartos hablan a los hambrientos
de los grandes tiempos que vendrán.
Los que llevan la nación al abismo
afirman que gobernar es demasiado difícil
para el hombre sencillo. 
Bertolt Brecht, 
'Catón de guerra alemán' (1937-38)






  Curioso lo bien que aplica esta sencilla poesía a quienes hoy claudican, diciéndose unos a otros, en fila y tras las urnas, que viven en democracia. Que somos muy soberanos, que somos todos iguales, ante las leyes y ante sus dioses, que estamos muy avanzados, que somos patriotas sociales.
  Miren a su alrededor y piensen, ¿cuánto hacen por su prójimo? (¿y a quién consideran tal?); piensen luego en los de arriba, y en cuánto les importará. Porque el poder tiende a invertirse en uno mismo, y aquí no manda quien paga, sino quien cosecha el beneficio.

  Voten mucho pero, por respeto a la inteligencia, no se adhieran al sueño conforme... de que vivimos en democracia.

jueves, 9 de junio de 2016

'Tropas del espacio', breve reseña

Guerra contra los arácnidos. Lucha planetaria a vida o muerte entre especies.
Civiles y ciudadanos, sólo los segundos sirven, y así ganan sus derechos políticos.
Creer que la libertad, o cualquier otro derecho, se tiene sin más, fue el error que llevó a las democracias del siglo XX al ocaso. Los derechos hay que ganárselos sirviendo a la comunidad, que es la única que puede darlos y garantizarlos.



  Estas son las principales líneas por las que discurre la novela Tropas del espacio (1959), de Robert A. Heinlein. El libro ha sido tachado de promilitarista, y puede que sea verdad, pues claramente defiende aquello de dulce et decorum est pro patria mori. La guerra de Corea acababa de finalizar al publicarse la obra -con no muy buenos resultados para los EE.UU-, y existían una serie de iniciativas para acabar con los ensayos nucleares, algo a lo que Heinlein se oponía (puede verse explicitado en el libro que, cuando una sociedad -o raza- que ha renunciado a defender su supervivencia mediante la expansión continua se encuentra con otra que no lo ha hecho, es aniquilada). También ha sido tachado de fascista, algo no tan fácil de ver, pues el fascismo es algo más que el encomio del servicio militar voluntario en una sociedad meritocrática; y de racista, por los términos con los que los humanos se refieren a sus enemigos alienígenas, "chinches" y "huesudos". Sí defiende la novela el castigo corporal, incluso la pena capital, para inculcar una educación moral a la población, desde niños. Veamos un ejemplo de esto:

- Verá, ellos suponían que el hombre tiene un instinto moral.
- ¿Cómo, señor? Bueno, lo cierto es que sí lo tiene. ¡Yo lo tengo!
- No, querida, usted tiene una conciencia cultivada, y muy cuidadosamente adiestrada. El hombre no tiene instinto moral. No nace con sentido moral. Usted no nació con él, ni yo, como no lo tiene el cachorro. Nosotros adquirimos el sentido moral, si es que lo adquirimos, mediante el adiestramiento, la experiencia y el sudor de la mente (...)
 Y ahora, vamos con aquello de los derechos políticos:

- Esta relación tan personal, "el valor" -prosiguió-, tiene dos factores para un ser humano: primero, lo que puede hacer con una cosa, su uso. Y segundo, qué deben hacer para conseguirla, su costo. Hay una antigua canción que asegura que "las mejoras cosas de la vida son gratuitas". ¡No es cierto! ¡Es totalmente falso! Esa fue la falacia trágica que produjo la decadencia y el colapso de las democracias del siglo XX. Estos nobles experimentos fallaron porque se había hecho creer a la gente que podían votar para pedir lo que querían, y conseguirlo sin esfuerzo, sin sudor, sin lágrimas.

  Este es el punto interesante de la novela, la idea de que uno ejercería mejor sus derechos políticos, con mayor responsabilidad y conciencia si, personalmente, hubiese tenido que ganárselos. Ello no quiere decir que los "civiles" estén esclavizados cual ilotas espartanos, no; pueden disfrutar de los beneficios del Estado, tener negocios, hacerse ricos, pero nunca votarán, ni harán leyes, ni podrán ser elegidos para ningún cargo político. Es una idea atractiva, no carente de lógica y, por ende, potencialmente peligrosa. Desde luego, sería mucho mejor poder ganarse esos derechos de ciudadanía de maneras más constructivas que sirviendo en el ejército de la Federación Terrana, pero la idea queda ahí, ha sido sinceramente expuesta por el autor y, aún hoy, más de cincuenta años después, sigue generando inquietud y debate. Y eso es lo que define un libro digno de ser leído.

lunes, 6 de junio de 2016

De igualdad o libertad (Marat/Sade)

¿Es la libertad compatible con la igualdad? ¿O debemos pagar con un mundo menos justo el precio de nuestro libre albedrío? ¿Es realmente posible, la igualdad? ¿Existe, pese a todo, la libertad?


  Estás son algunas de las preguntas que Peter Weiss plantea es su obra Marat/Sade (o La persecución y asesinato de Jean-Paul Marat representada por el grupo teatral de la casa de salud mental de Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade), obra que tuve el placer de contemplar el pasado sábado gracias a la compañía Atalaya, ducha en erizar el bello del público a través de su inquietante ejecución.

  Marat, líder de la Revolución, confía en la lucha como medio de los desposeídos para alcanzar la justicia en este mundo. Éstos, los oprimidos de la historia, ven en él una especie de Mesías y cargan sobre sus hombros todo el peso de su esperanza. El rabioso Jacques Roux asegura que nada se consigue sin violencia y sangre derramada, pues nadie entrega sus privilegios si no es forzado a ello. Carlota Corday, quien esgrime el cuchillo asesino, confía en poner fin a la locura que atenta contra el único modo de vida que jamás conoció. Sade, por último, batuta directora del caos, se ríe de todos ellos y sólo confía en el poder del individuo (y en el de él mismo) para cambiar de algún modo la realidad, siquiera sea la propia.

  Una obra imprescindible que, magistralmente situada en un hospital mental -pues todos enfermamos al aceptar el status quo del mundo tal como nos es entregado-, plantea la irresoluble disyuntiva a la que se enfrenta el ser humano.

Imagen traída desde http://www.atalaya-tnt.com/