Porque el saber no muere, sino inspira...
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miércoles, 28 de junio de 2017

Una anécdota

 Una terraza repleta en un bar cualquiera. El Mediterráneo ruge de turistas no lejos de allí, mientras el sol brilla espléndido.


Camarero. — Buenos días, señor. ¿Qué desea tomar?

Cliente. — Quiero un plato de sesos humanos. Aun no he tenido la ocasión de probar los de esta bonita ciudad.

Camarero.  — Discúlpeme, pero no vendemos sesos. Si quiere le traigo la carta y ve las tapas que tenemos.

Cliente. — ¿Así que no hay sesos? (Airado.) ¡Pues tráeme esa carta, venga!


(El camarero va a por la carta, admitiendo que la mitad de la humanidad, al menos, es perfectamente imbécil.)


Camarero. — Aquí tiene, caballero. ¿Qué le pongo para beber?

Cliente. — Una Coca-Cola sin cafeína, sin limón, mezclada con tu sangre servil.

Camarero. — Hay que joderse.

Cliente. — Me das ahora mismo el libro de reclamaciones.

(El camarero fue a la postre despedido y sustituído por otro nativo, de aspecto más pálido que el anterior.)

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