Porque el saber no muere, sino inspira...
¡Oh, musas, despertad ahora! ¡No nos abandonéis aún!

martes, 24 de noviembre de 2015

La verdad en lo mísero


Con facilidad se teme a lo mísero, a lo más oscuro de nosotros mismos. Con incalculable esfuerzo vertimos capas sobre nuestra propia miseria, temerosos de mostrarla. Sin embargo, en su aceptación se encuentra lo más fantástico a lo que podemos aspirar: el crecimiento. Somos un entramado de mentiras hasta que miramos a nuestra miseria a la cara y afirmamos: éste soy yo. 

¿Acaso podemos esconder la tiranía en nuestras vidas? Siempre al borde de la inocencia, en ese tímido momento en que tu valía supone más valía que la de cualquier otro, alimentando al lobo malo sin saberlo. O quizá sí, mientras no miren. Las encrucijadas del ego, el personal y el colectivo. Son múltiples las situaciones cotidianas en que se hace, o hacemos, uso de la tiranía: siempre hay alguien más débil. La soberbia es la más fina representación de lo tirano, la más fina representación de la miseria.

Hay un punto muy interesante de nuestra miseria cultural, por tanto colectiva e individual, que todos conocemos o fácilmente intuimos, una postura tirana y soberbia sobre el dominio del mundo: el protagonismo. Conocemos a los protagonistas de la historia, del arte, de la literatura. ¿Son realmente los únicos protagonistas? Si te fijas, la grandísima mayoría comparten rasgos comunes. Ese es un aspecto bien tratado en la historia cultural, no es ningún descubrimiento; pero lo rodea un pesado velo.

Hace un par de días ojeaba títulos y autores en una pequeña librería; tras un buen rato dando vueltas, cogiendo libros y soltándolos, emocionándome con los hallazgos y teniendo que tomar serias decisiones acerca de cuáles llevarme, me paré unos segundos a observar mis elecciones: en su mayoría hombres, blancos, europeos o norteamericanos. ¿Acaso no son ellos los protagonistas de nuestra historia de la literatura? 

sábado, 21 de noviembre de 2015

Última sensación

Un papi le explica a su hijito
quiénes son los buenos y quiénes
los malos
en esta, "sin duda,
la guerra del XXI".

No caigáis en el miedo,
nos dicen mientras nos lo inyectan
directo al ojo
de luna a luna.

¡Cuidado, una mochila!
¡Cuidado, un caramelo!
¡Unidad, unidad frente al Terror!
¡Patrioterismo europeo,
ahora sí!
¡PIGS, sois del equipo;
lancemos unas bombas!

Buitres, buitres de muerte,
con su si vis pacem de siempre.
Mirad cómo se relamen, los muy cabrones.
¡Mirad cómo se relamen!



martes, 10 de noviembre de 2015

Permítanme pensar


 Limpio en el cine, y es fantástico. Puedo recoger toneladas de basura en un breve período de tiempo. Basura en las salas, en sus salas. Comida y bebida pegajosa, a medio deglutir. Lo mejor es el poco respeto que la gente muestra por sí misma. ¿Por qué recoger sus propios desechos si pueden dejarlos caer donde minutos antes gozaban sentados y en trance? ¿Es que no piensan venir al cine nunca más? ¿Es que ellos mismos quisieran volver a esta sala y situar sus lipidosos culos sobre montones de palomitas caídos de bocas ajenas? ¿Toquetear con sus manos los perfumados líquidos que otros ellos abandonaron? 
  No, pero es que para eso están los chicos. A la gente le gusta que recojan su inmundicia; les hace sentir poderosos por un día. Esa es nuestra función.

 Así pues, cuando la soberana masa evacua la sala, abandonado zoco caliente rico en olores y texturas, entro yo a limpiar. Enfrentado a Goliath sin ser un David no puedo salir victorioso, y debo correr y sudar para recoger a tiempo los kilos y kilos de basura que la buena gente ha olvidado a su paso, en filosófico reflejo -permítanme pensar- de su propia contingencia y descomposición.
  El otro día escuché que alguien me daba las gracias, y pensé que eso estaba bien, que le reconociesen a uno que hace algo bueno, con cierto deje de vergüenza en la voz incluso, de vergüenza ante esa humanidad que respeta y se respeta tan poco. Respondí con un sonoro a usted y buenas noches, mas cuando alcé la vista del mar de mierda para observar por medio segundo a mi interlocutor vi que el tal no existía: el traidor se dirigía a alguna oreja importante al otro lado del móvil, mientras con la gracia de la costumbre depositaba, en precario equilibrio, sus palomitas sobre cualquier sitio.


lunes, 2 de noviembre de 2015

Olvídalo


Un comunista
con voz de dibujo
te asalta y te invita a 
explorar, con él,
la Verdad.

Amigos reunidos,
rebaño, congreso,
la fiesta del pueblo
sin pueblo;
el verbo, el mesías...
son lo mismo y no son nada,
nada más.

Dedica tu tiempo a explorar
la existencia.
La gente no puede
salvarse, salvarte.
Olvídalo.