Porque el saber no muere, sino inspira...
¡Oh, musas, despertad ahora! ¡No nos abandonéis aún!

viernes, 15 de noviembre de 2019

Todo es ponerse

  Si este blog ha respondido a alguna necesidad, ha sido a la de escribir, a la de expresarme. Forma así, aun sin haberlo pretendido, una especie de diario. Ese diario que nunca tuve, aunque en al menos un par de ocasiones intenté tenerlo, como alguna gente interesante en el pasado, y como tantos que pasaron desapercibidos. Hay quien dice que escribe para liberar un nosequé, mas no quiere ni necesita remotamente ser leído. Yo... tampoco lo necesito, pero reconozco que siempre me ha hecho algo de ilusión imaginar que alguien leyese lo que escribía, especialmente cuando yo mismo lo he considerado bueno.
  Hace mucho que no escribo mis pensamientos -de pensar, lógicamente, no he parado ni un momento-, y ello puede ser debido a que, por vez primera, tengo buena parte de mi capacidad intelectual ocupada en algo. En el trabajo. 
   Mi vida ha dado un vuelco, podría decirse, aunque sigo siendo yo mismo, y desde mi propio día a día no me encuentro tan distinto. Pero, si tomo un poco de distancia.... joder, sí que han cambiado las cosas. 
   Para empezar,  vuelvo a estar en la tierra del sol, cerquita de este Mar de tantos; y, lo realmente novedoso: trabajo en algo en lo que me tengo que aplicar, y lo hago con gusto. También es cierto que acabo de empezar, pero si Dios quiere (siempre me ha gustado esa expresión; háyalo o no... tiene como un tono andalusí), será la profesión que mantenga mi mente ocupada, entretenida y viva hasta el momento en que me apague.
   Lo que sí detestaría, ya que estamos, es dejar de escribir más allá de mi profesión. Da igual sobre lo que escriba, pero el caso es escribir. Y escribir exámenes, resúmenes, dossiers... desde luego es creativo, pero no debería de ser suficiente para mí.

Fotografía del autor


  Ahora mismo estoy concentrado en la novedad, y mi tiempo libre se lo dedico a leer y poco más. Pero nunca, y digo, nunca, he estado tan contento. No voy dando saltitos, pero, ché, estoy bien conmigo mismo, aun y con -o quizás en parte gracias a- mis abundantes y necesarios momentos de soledad. Y ello me hace elucubrar (it makes me wonder, que decía aquel)... 
   Como muchos, me pregunto en dónde radica la felicidad. La respuesta fácil es que depende del individuo, y a veces la respuesta fácil es la correcta. Así pues, yo ya sospechaba que la felicidad alcanzable, esa imperfecta que consiste en poder decirse "estoy bastante bien", residía en vivir satisfactoriamente, esto es, en cubrir las necesidades que uno tiene. Me refiero a aquellas que van más allá de las básicas (seguridad, comer, dormir). Y si esas necesidades plus ultra se hallan en lo profesional, en lo emocional, en lo material... ya cada uno se apañe con sus logros y progresos en cada campo. Por lo que a mí pertoca, sí, parece que este cambio vital me hace feliz, pues siento que hago algo útil con quien soy. Que comparto quien soy.

   El título de esta entrada tan carente de sentido hace referencia a mi deseo de dejar algo escrito tras dos meses en silencio y, de paso, a la lección que he recibido de la vida y quiero compartir: no siempre, pero en más ocasiones de las que pensamos, lo que nos impide hacer lo que queremos no son las dificultades reales y materiales que nos rodean, sino el hecho de no pasar a la acción, amedrentados por el camino, por la verticalidad, por el campo minado que vemos ante nosotros. No soy tan necio como para pensar que el hecho de "ponerse" es sinónimo de éxito. Pero es, al menos, sinónimo de posibilidad, y en los crueles mundos de absolutos que nos creamos como escenarios de nuestras vidas esto ya es mucho.

  Y le envío un beso a mi abuelo, que siempre me miró como si supiera que esto iba a pasar, y que alguna vez me leyó.