Al razonamiento se había impuesto la vida.
De la novela de Dostoyevski cada uno sacará un mensaje diferente y más o menos coherente con sus circunstancias vitales. Para mí, lo que el autor ruso explora a través de sus personajes son las posibles razones para existir, esto es, el sentido de la vida, y cómo es ésta una cuestión que por doquier atormenta a las almas sensibles. Cuál es la propuesta, es decir, la respuesta que el escritor da a esta pregunta máxima es ya algo más difícil de establecer.
Sé lo que diréis muchos, que la novela trata de un joven enajenado y asesino, de su megalomanía infructuosa y sus problemas de conciencia... y no os falta razón, pues a lo largo de sus numerosos personajes y diálogos el genial autor toca muchos palos: la experiencia de la miseria, las opiniones de los socialistas rusos, la moda del nihilismo y las tendencias psicológicas de la época, la diferente perspectiva entre la potencia romántica de la juventud y el ''saber hacer'' asentado en la edad y el conocimiento de los caracteres humanos, o entre la forma de vida fundamentada en una ética social -y más o menos hipócrita- y aquella otra basada tan sólo en el dionisíaco placer de los sentidos. Aun así y en mi opinión, la base sobre la que yace el edificio de este complejo libro es aquella que apuntaba arriba, la de qué sentido le damos a nuestras existencias para convertirlas en verdaderas vidas.
Raskolnikof, el protagonista, es una de esas personas en las que una amplia inteligencia unida a una extremada sensibilidad dan lugar a un ser torturado; alguien que no se encuentra a gusto con la sociedad, sus normas, sus códigos morales, y sin embargo no sabe vivir sin atenerse a ellos; alguien en quien la voluntad y los hechos se oponen; alguien que no sabe disfrutar de las pequeñas cosas, que razona demasiado -sin la fuerza maquinal de quien se adapta sin pensar a su contexto- y se entrega demasiado poco a los sentimientos centrífugos. Siente una piedad excesiva por sí mismo y es a la vez su peor juez, su propia némesis. Intenta verse como un héroe, un resistente, pero no lo es, pues ya no hay héroes -quizás jamás los hubo-, y se deprime, se hunde, se solivianta, mata. Hasta el epílogo de la novela no vislumbré la conclusión, que es la que sigue: la vida es lo que es, y sólo nosotros, junto a esos otros "nosotros" que nos rodean, podemos darle un sentido que nos aleje del dolor y la locura.