de tambores e idioma-arena.
Altos cúmulos de piedra
rascan el vientre a las nubes.
La sensualidad callada grita
en dos ojos de ágata.
Leve adiós.
Amor minutero pero intenso
como lo dulce de esta tierra.
La fe no se dice, se practica,
su ciudad invoca-provoca la religión.
La nuestra, basada en el opio-materia feliz
no es mejor,
sí contagiosa, irritante; adictivo
humor de la modernidad que se extiende por contacto,
lepra que todo lo pudre y lo iguala
separándolo de su naturaleza.
Vista Chefchaouen, Marruecos. (Fotografía del autor) |
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