El dragón agita sus colas
de tormenta
y el tambor toca a juicio
en explosión frenética.
El amor
y la muerte
bajan cogidos de la mano y un gato
sonríe
como lo hace el pirata
ante el punto en que escondió el tesoro.
Un lindo periquito
pecho vacío de ambición
con dolor se observa en
el espejo que plantaron frente a su jaula.
El calor abrasa esa ciudad
con población de hielo:
La oposición
de sus manos
es tan veloz
como fugaz su sentir.
El reloj de arena, roto
les va a la contra y se une
a un desierto
de eones de antigüedad.
- ¿Qué narices significa eso?
- No lo sé. Nada. Supongo que algo que llevo dentro. He escrito unas cuantas palabras que me venían a la mente; la palabra que fuese, la primera. Cada una debía dar lugar a un verso, y este es el resultado.
- Me gusta, aunque sólo un poco. Por supuesto que es algo que llevas dentro. ¿Qué si no? ¿De dónde viene el arte, si no de lo que llevamos dentro? Y de lo que nos va por fuera. Verás:
Los gatos, los gatos parecen guardar secretos. Y tú vives con un gato. Te gusta la idea de que los gatos nos superen en inteligencia y simplemente estén al tanto de algo que nosotros los humanos ignoramos; qué mejor que hacerles conocedores del porvenir. Por cierto, no sé qué tienes con el apocalipsis. Varía un poco, misántropo.
El periquito te representa a ti, sintiéndote cada vez menos ambicioso... aunque también más libre. Quizás piensas que el precio de mantener ambiciones que consideras vanas es acabar observándote en un espejo a través de unos finos barrotes, los del mañana igual al ayer, los del camino trazado y hollado. O quizás tienes miedo de tener alas para nunca usarlas: perfectamente pudiera tratarse de una jaula metafórica. El miedo es tu cárcel y la de todos.
La población de hielo. Eso es una pulla a la gente anónima con la que te cruzas continuamente, personas que parecen ocuparse en nimiedades y preocuparse por nada. Sabes que no es cierto, no siempre. Ves a la gente a tu alrededor, aquella a la que conoces un poco; ves sus desgracias personales. Quizás echas de menos almas más sensibles, pero lo del 'hielo' es rabia que sientes ante tus descubrimientos, ante tu reciente despertar a la mala prosa del mundo. En el mismo sendero, amor y muerte es de una ligazón tan obvia que ni entraré en ella.
El reloj representa lógicamente el tiempo, que va a la nada universal, y nada somos. El tambor es por las fiestas de tu ciudad, que por fin terminan -llevas días oyendo las bandas de música-, y dragón fue la última palabra que escuchaste justo antes de empezar tu divertido juego.
- Muy bien. Destrozaste todo misterio que el poema pudiese guardar para mí. Por eso prefiero no mirarlos mucho. Si los miro poco, puedo olvidarme de lo que me llevó a escribirlos, hasta que llegan a parecer obra de otro.
- Es difícil analizarse a uno mismo y sorprenderse en el proceso. Confirmas lo que ya sabías. Así de simple.