Dejar dinero en una noche de ballet acompañado, o en una comida con tu nuevo compañero saharaui, es disfrutar de nuevo. Cortar veinte kilos de calamares, exponer ante los compañeros sobre los efectos que el cese de soberanía tiene sobre los nacionalismos alternativos, ganar flexibilidad con patadas laterales, encontrar un pub con graffitis fosforescentes y música gangsta donde te hacen reir de tu propia estupidez... de nuevo. Viejas conocidas se combinan con novedades totales en una tierra que no es la mía ni la suya, hogar de muchos que pese a todo preferirían estar bajo cielos más amables. Y yo pienso y pienso y pienso mientras vivo y me sorprendo. Temo mientras abrazo y sonrío que malos tiempos estén por llegar, justo cuando mis estados personales están en paz unos con otros. Las mentes humanas pueden combinarse para invocar el huracán, y cada vez más lo atraen simplemente hablando de él. Le rezaría a cualquier dios que quisiese impedirlo. Aprendería cualquier idioma para convencerle.
Fotografía del autor, Birmingham. |