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miércoles, 2 de octubre de 2013

Sí... quizá me parezca a Larra

Mariano José de Larra nació en el Madrid de 1809, en el seno de una familia "afrancesada", y murió en 1837, descerrajándose un tiro cuando aun no había cumplido los 28 años de edad. Considerado uno de los máximos exponentes del romanticismo español, fue más bien periodista, articulista costumbrista* de los que veían con ojo dolorosamente crítico a España -la misma que doliese más tarde a Unamuno. La fundada crítica de sus artículos tiene, no obstante, un baño de ironía y humor que anima a su lectura, aún hoy, pasados casi dos siglos -¡pues piensen que no hemos cambiado tanto!.

Larra y Fígaro (from wikipedia.org)

Digo que quizá me parezca al hombre y digo mal, pues tanto su pluma como su inteligencia distan mucho de mi torpeza. Sí que guardo algo de esa pomposidad decimonónica en lo escrito, y sí que tengo barba, bigote y los ojos algo grandes; pero no me refería a esas nimiedades, no. Donde me veo reflejado es en algunos de sus escritos, en algunas de sus opiniones sobre el mundo que nos rodea -a él y a mí, entonces y ahora; y a ustedes-. Hay quien lo tachó de aristocrático -más se acercaría quien lo tachase de meritocrático-, pero, ¡ojo!, que no le faltó tinta para criticarse a sí mismo, y con la misma agudeza. Y ya empiezo a citar, que sin pruebas huelo a embuste: en este mundo, para conservar amigos es preciso tener el valor de aguantar sus obsequios (artículo 'El castellano viejo', diciembre 1832); ¿no se lee en este país porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee? ('Carta a Andrés', septiembre 1832); la filosofía es, efectivamente, para el desdichado lo que la peluca para el calvo ('El mundo todo es máscaras', marzo 1833). Leo estas reflexiones, escritas bajo el pseudónimo de Fígaro, y me veo, me veo...

Pero quería concretar un poco más, pensar en algo que nos dice Fígaro en su artículo 'El mundo todo es máscaras' -publicado en El Pobrecito Hablador en la fecha ya señalada, día 14- yendo más allá de su sátira costumbrista, algo que sin duda nuestro hombre esperaría de sus lectores. En este artículo Larra crea una ficción -probablemente basada en hechos reales- en la que es invitado por un amigo a una fiesta carnavalesca, de disfraces y máscaras, a la que acude aun sin desearlo. Pues bien, cuando lleva un tiempo allí, observando cual es su costumbre, reflexiona: Ni me sé explicar de una manera satisfactoria la razón en que se fundan para creer ellos mismos que se divierten, un enjambre de máscaras que vi buscando siempre, y no encontrando jamás, sin hallar a quien embromar ni quien los embrome, que no bailan, que no hablan, que vagan errantes de sala en sala, como si de todas les echaran, imitando el vuelo de la mosca, que parece no tener nunca objeto determinado. ¿Es por ventura un apetito desordenado de hallarse donde se hallan todos, hijo de la pueril vanidad del hombre? ¿Es por aturdirse a sí mismos y creerse felices por espacio de una noche? ¿Es por dar a entender que también tienen un interés y una intriga? (...)
Andan, sudan, gastan, salen quebrantados del baile... nunca empero se les olvida salir los últimos, y decir al despedirse:
-¿Mañana es el baile de Solís? Pues hasta mañana.
-¿Pasado mañana es en San Bernardino? ¡Diez onzas diera por un billete!

Me gustaría saber su opinión sobre estas palabras, pues la mía ya la sé: muchas veces sentí lo mismo que Larra, muchas veces aún lo siento. ¿Por qué esas mascaradas vacías? ¿Por qué ese ir y venir sin sentido, sin resultado práctico, las más de las veces? ¿Es por aturdirnos, por espacio de una noche? Si lo era entonces, imaginen ahora, cuando el alcohol es base, y a menudo razón, de la reunión masiva. ¿Qué hay de rebelde en esperar al tiempo libre para así "divertirse", huyendo de la rutina a la que pronto volveremos, hasta nueva orden? ¿De verdad creen que al granjero le preocupa lo que hagan sus gallinas en el corral? Mientras sigan poniendo huevos, picando y siendo carne...

No se me ofendan, que sólo opino, y yo también derrocho mi tiempo a veces -que para eso es mío-, como si no hubiera un final. Y si se ofenden, será por gula, el pecado capital.

¡Compañera!, mi compañera, ¿y tú que opinas? ¿Crees que ese buscar a los demás, o el anonimato en la masa, es una forma de liberación? ¿O una indolora represión, mecanismo de control voluntario? 

Saludos


*Sus incursiones en novela y teatro jamás consiguieron el renombre de sus artículos, no diré si merecidamente, pues nada de aquello he leído.

2 comentarios:

  1. Podemos hablar de carnaval... o de cárcel. Ser uno mismo es la empresa homérica que todos dejamos para más tarde, hablarnos en voz baja, susurros mientras contemplamos hasta dónde llega la profundidad de nuestros ojos. De nuestra vida. La paz no es mediata, sino que requiere de trabajo y conocimiento del yo, de una buena relación con uno mismo. El camino pedregoso requiere aceptar la carne dolorida, no siempre interesa. La abstracción es, sin duda, mucho más sencilla. Serás quien te marquen, más tarde llevarás a cabo una representación exagerada de tu ser para poder liberarte. Pero, ojo, todo es mentira. No me creo en posesión de la verdad, opino porque vivo y puedo decir que al menos a mí este tipo de conductas no me llevan a la felicidad. Observo, observo largo a quienes me rodean, la plenitud es la gran ausente. Larra habla del fin de semana pasado, el tiempo no ha cambiado, “ser” continua siendo el verdadero reto.

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  2. Muchas gracias, Sarah. Me viene como anillo al dedo una cita de Emerson (ya sabes, lo estoy viendo en The Modern and Postmodern...); respetaré el inglés y trataré de traducir:

    'It is easy in the world to live after the world's opinion; it is easy in solitude to live after our own; but the great man is he who in the midst of the crowd keeps with perfect sweetness the independence of solitude"
    ("Es fácil en el mundo vivir tras la opinión de todos; es fácil en soledad vivir tras la de uno mismo; pero el gran hombre es aquel que, aún en medio de la masa, mantiene con perfecta dulzura la independencia de la soledad").
    Me hace pensar en Baudelaire, el poeta solitario que paseaba entre las multitudes parisinas, o en el mismo Larra, quien buscaba en la calle y los cafés motivos para sus siguientes artículos.
    Es fácil seguir al común y puede ser fácil huir; pero mantenerse genuino, fiel a uno mismo, ¡oh amigo, eso sólo lo consiguen los valientes!

    Todos -Emerson, Larra, Baudelaire, los sombreados...- estamos de acuerdo, pues.

    Un beso

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