El autor de sombras
corre tras la suya
que se funde en las arenas
de la noche estelada.
Ella, gigante amputada,
le mira de soslayo,
como lo mira todo, cielo y tierra,
desde hace tanto.
La serpiente come al ratón
y el ratón, al insecto.
El poeta se hunde
en las rojas arenas.
La vida sigue, y fluye, y rueda.