Si fuésemos los hijos
de un dios solar;
el mismo que calienta nuestras nucas
cariñoso.
Si le adorásemos como merece,
quizás entonces
nuestros espíritus vibrasen
como las cuerdas de guitarra
y nos lanzásemos
al asalto de la cargada diligencia
y a la revolución.
El calor forja el metal
Fotografía del autor. Benimaclet, Valencia |
Torna lo insípido en sabroso.
Pero nosotros
habitantes de una tierra seca;
nosotros cambiamos de dioses.
Le rezamos al dinero y al trabajo,
al crédito y al auto,
al teléfono,
a todo aquello que nos permite hablar
sin vernos,
ahorrar tiempo de vida
y entregárselo al producto.
En resumen:
morir más raudos.
La filosofía del frío nos ha calado
un poco a todos.
Las dosis son constantes y producen
adicción.
Vemos a los triunfadores
del dios moneda
venir al Sur a disfrutar
de un sol que les abrasa,
y trabajamos duro
bajo el mismo Sol
para obtener
más pizcas
de su dinero.
Migajas
y aprobación.
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