La luz blanca entra por toda la casa. No es que la luz sea blanca, es que
las casas tienen fachadas blancas y se arrojan el brillo la una a la otra; también las
paredes dentro de este piso son blancas, las paredes en los cuartos, y acogen
el raudal de luz que entra por todas las ventanas. Así, todo es luz por el día
incluso en invierno. Me he habituado a este resplandor, y al calor en el rostro cuando
te expones unos minutos a su roce directo, como si fueses una blanca
fachada tú también. No puedo vivir sin él como no puedo vivir sin café y sin lecturas.
Todo lo demás es más o menos accesorio y sólo en ocasiones apremia.
(Fotografía del autor) |
Me gusta pensar que siempre fue así, un pequeño pueblo blanco dulcemente
herido por la luz del sol, con las murallas de Valencia a la vista, rodeado de
moreras. Quizás por ello sus pobladores crecen sin saberlo enamorados del suelo
que pisan. Quizás por ello les es difícil marchar a un norte sin sol, como cuesta
introducirse en el agua helada.
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