Porque el saber no muere, sino inspira...
¡Oh, musas, despertad ahora! ¡No nos abandonéis aún!

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Homo homini lupus



Se enteró de que lo harían encargado
y empezaron las convulsiones;
bruscos espasmos al clamor de huesos luxados.

Sus peludas orejas se izaron en punta,
la espina dorsal se torció y las vertebras crecieron
emergiendo grotescas a través de su pellejo,
que acertadamente se cubrió de pelo.

Sus pequeños dientes amarillos cedieron paso
a una sonrisa de enormes colmillos
y encías ensangrentadas
que no dejaba de provocar inquietud.
Sus zarpas se tornaron clavos y cuchillas.
Mostráronse útiles en adelante.

Su hocico, de natural pronunciado,
emergió al menos un palmo
y raudo lo fue a alojar
entre las nalgas del jefe.

Desde aquella noche sin luna
trabajamos con terror
ya que su olfato es fino,
sus dos ojos amarillos prevén
tus intenciones
y corrosiva es la saliva
que su gruesa lengua
rezuma.

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