Porque el saber no muere, sino inspira...
¡Oh, musas, despertad ahora! ¡No nos abandonéis aún!

domingo, 21 de enero de 2018

Sin dueño

   Dos palabras vertiginosas corren doradas sobre un fondo negro nocturno. Se mueven como estrellas fugaces que no pudieran desaparecer del todo. La idea de poseerse a uno mismo, sin excusas, sin nadie más a quien hacer responsable.
   Pequeñas culebras de aire cruzan tu pelo hasta la nuca. En el cielo vagan las estrellas, fugaces. Ellas no te acusarían de marcar su destino. 

viernes, 5 de enero de 2018

Sobre ella



La vida se presenta con flores
de otro mundo;
de otro mundo externo al tuyo
que toma la realidad al asalto,
cambia las viejas leyes,
las vuelve absurdas.

La vida se abre
a extrañas posibilidades.
La inquietud se convierte en
la única forma posible.
El universo se retuerce.
Rayos cósmicos color topacio
derriban las ciudades de
seguros basamentos
y el poeta siente el primitivo placer
de ver morir lo viejo.

La mujer que es poderosa es
destructora y es dadora
de vida;
nada escapa a su toque
que es, como el de la marea,
básico e irresistible
por más que calmo nos parezca.

En la vida aparecen flores
que nos destruyen en mil pedazos,
que nos pierden y que nos dicen:
‘Y ahora,
levántate’


El escaparate



   Compongamos un cuento de Navidad, tú y yo juntos. Pero qué difícil es encontrar a otro yo en un tú. ¿Eres el tú que pueda hacer mi yo más grande? ¿De verdad existes en algún lugar, entre la nieve? ¿Y qué saben en la Luna de la Navidad? ¿Se siente allí algún cambio en los espíritus por estas fechas? Conocí una vez a un monje que de allí venía, y me contó que lo importante no es comer queso, sino el hecho de cortarlo bien. Son expertos en queso, allá en la Luna. Eso lo sabe todo el mundo. Lo que nadie sabe es que poca gente lo come. Les sabe mal. Quiero decir que les da lástima. Sólo lo muerden para asegurarse de que el corte ha sido perfecto, para cerciorarse de que el grosor y la resistencia al diente es la adecuada. Lo que cuenta no es pues comer queso, sino saber cortarlo.
   Para mí fue toda una enseñanza, la revelación de aquella Navidad en solitario: lo importante, para los lunáticos, no es ser queridos, sino saber amar. Amar el concepto mismo del amor, sin tener el afán de consumirlo.

   “¡Eso es una tontería!”, dijo el muñeco de nieve. “Ni siquiera sé qué tiene que ver con la Navidad”.
   “A mí me gusta el queso”, se lamentó un reno. “Pero nadie me dejó nunca un poco en su tejado. Y mira que me crujían las tripas cuando tiraba tantas horas del Gordo”.

   Si os he contado esta historia es porque estoy aburrido y porque a mí me pareció interesante en su momento. ¿Qué proponéis vosotros que hagamos durante estos días?

  “Yo qué sé, Jesús”, siguió el muñeco de nieve. “Se te nota tristón. ¿Qué te pasa? Nunca fuiste la alegría de la huerta, pero vaya cara traes últimamente, y tus historietas son cada vez más grises”.

   Demasiado tiempo en el mismo lugar, supongo. I mean no offense, boys, pero necesito salir de este escaparate, viajar. Ya no me río con la gente que pasa. Todos van a la suya, individuos pegados a su individual teléfono, subiendo sus sentimientos a las redes sin mirarse entre ellos a los ojos. ¡Y a menudo los llevan bañados en lágrimas! ¿Y qué redes son esas? Ni siquiera las manejan pescadores bienintencionados. Están ahí, sin más. ‘¿Quieres darle un sentido a todo esto? Pues habla de ti mismo a diario en ese lugar etéreo, intangible’. Buscar la aprobación inmediata e inmeditada, vana, a través de… Tengo que conmentarlo con buddy Buda, a ver qué opina. Igual él está contento con toda esta evolución hacia la Nada. Claro que para eso antes tengo que salir de aquí. ¡Reno! ¡Revienta ese puñetero cristal!
  
 “Tío, soy de peluche. Me dices lo mismo todos los años, y me duele”.
   Bueno, pues yo soy el de los superpoderes, ¿no? Dejad que me concentre… Un momento, ¡mirad a esa niñita! ¡Nos está mirando! A la pobre no la dejarán entrar aquí. Se nota que no tiene ni un duro.
  “¡Y ahí!”, exclamó el muñeco de nieve. “Debe de ser su hermana”.
  “La está arropando con su propio abrigo. Macho, nos están mirando las dos. Esto es demasiado”.

  Sí, amigo reno. Es lo más bonito que he visto en años. ¡Y mirad qué Luna! Devolvámosles la sonrisa esta noche.