La existencia buena reside en la dignidad con que la vives. Una idea
sencilla e interesante que me da una lectura. ¿Qué nos impide vivir una
existencia con dignidad? El miedo. El miedo y la imposibilidad material de
hacerlo. Pero si tienes la suerte propia de un ganador de lotería de haber
venido al mundo en un lugar amable y rodeado de seguridad, el temor a perder
ciertas cuotas de estabilidad puede hacerte vivir indignamente. Sí señor: el
miedo es, una vez más, el mayor enemigo de cualquier héroe terrenal. Miedo a
perder la apuesta, a esforzarte y fracasar, a morir antes de tiempo (aunque, ¿algún
tiempo es bueno para morir?). Esa cobardía frente a la vida, que nace de
haberla vivido desde una posición demasiado cómoda, es la que te reprocharás de
noche en noche, la que te hará no estar satisfecho con tu experiencia pese a sentirte
–erróneamente– más seguro. Es como negarse a ver qué hay más allá del sótano
por miedo a alejarse de la vela que en él titila, la que da la escasa luz a la
que estamos acostumbrados.
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