De nuevo anudo la correa al cuello
y la ato al mástil del bailante barco.
Observaré lo que de otra forma no vería,
mas no dirigiré la nave
y pagaré el precio de no escoger
dónde fijarme,
hasta un punto.
Un viaje de un solo año,
con fuerte trabajo a bordo,
y vaivén, bamboleo, balanceo;
acabaré con la vista más nublada,
pero, quizás, pudiendo ver más lejos.
La nao Academia tendrá un día que atracar,
para, como siempre, dejar lo que vino a dejar.
Ahí es cuando me escabulliré
au revoir, amici,
y buscaré en cualquier otro lugar.
¡Caramba! ¡El desierto o una selva,
pero no otra vez el mar!
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