Acudimos el pasado miércoles 23 al Teatre Micalet a ver L'ànima bona de Sezuan (El alma buena de Szechwan, o Se-Chuan), representada por la Jove Companya d'Entrenament Actoral, Teatre de l'Abast. No conocíamos la obra, pero sí al autor, Bertolt Brecht, cuyo nombre ya nos garantizaba contenido crítico y no salir indiferentes de la sala*.
Comienza la representación: luz tenue (admirable la iluminación durante toda la obra), escenografía humilde (admirable el hacer mucho con poco), y el grupo de actores se nos muestra con una coreografía inicial, muy oriental, cuyo sentido a priori desconocemos. Aquí me asaltó la duda, pues podríamos habernos metido en una de esas adaptaciones, tan en boga hoy día, que con la excusa de un clásico o un autor renombrado te encajan algo que poco tiene que ver con el original y que, por alguna razón inextricable, siempre está lleno de coreografías la mar de sensuales que a su vez llenan -y hasta rebosan- los tiempos del drama. Temí, pues, que esta fuera una de esas modernísimas obras, mas en seguida salí de mi error.
Cada actor tenía varios papeles, cada uno con su propia voz, con su propia actitud; es admirable la rapidez con que cambiaban de registro. La protagonista, Shen-Té, borda los suyos. La música es la apropiada; la luz va al compás, como las voces, y las nuevas coreografías encajan a la perfección en la obra, esto es, nunca están fuera de lugar, algo que se agradece.
Cuanto al contenido, sorprende por su realismo, por ser un grito -y un sacrificio, pues el autor que así grita siempre arrastra consigo una pesada carga- a la verdad; sin maquillajes, sin ficciones suavizantes. La bondad no es cómoda en este mundo, la bondad no supone retribución alguna, antes al contrario, puede llevar al bondadoso a la extenuación, porque en este mundo que pisamos no se alaba al honrado, ni se le sonríe sincero, ni se le es agradecido; antes bien nuestro mundo es ingrato, falto de honradez y de misterio, descarnado, demasiado real, demasiado mundano. En esta forma de existencia, la supervivencia y la bondad están reñidas, quedando la crisis del alma asegurada.
Vayan a ver la obra o léanla. No es un himno a la alegría, sino a la reflexión. ¿Hasta qué punto somos responsables de cuanto reprobamos? Quítenle la máscara al villano: observarán su propio reflejo.
Saludos
Cuanto al contenido, sorprende por su realismo, por ser un grito -y un sacrificio, pues el autor que así grita siempre arrastra consigo una pesada carga- a la verdad; sin maquillajes, sin ficciones suavizantes. La bondad no es cómoda en este mundo, la bondad no supone retribución alguna, antes al contrario, puede llevar al bondadoso a la extenuación, porque en este mundo que pisamos no se alaba al honrado, ni se le sonríe sincero, ni se le es agradecido; antes bien nuestro mundo es ingrato, falto de honradez y de misterio, descarnado, demasiado real, demasiado mundano. En esta forma de existencia, la supervivencia y la bondad están reñidas, quedando la crisis del alma asegurada.
Vayan a ver la obra o léanla. No es un himno a la alegría, sino a la reflexión. ¿Hasta qué punto somos responsables de cuanto reprobamos? Quítenle la máscara al villano: observarán su propio reflejo.
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