A diario critico mis
hábitos. Realmente quiero vivir de una forma responsable, olvidar la ignorancia
y dejar de culpabilizar a otros. Es cierto que se nos educa con un velo, pero
nosotros tenemos la tarea de quitárnoslo. Sólo se necesita esfuerzo. La
comodidad está sobrevalorada, sobre todo aquella comodidad basada en el dolor
de terceros. Vivimos rodeados de dolor. Comemos dolor, nos vestimos con dolor y
hasta nos maquillamos los ojos con dolor. Basta.
No espero ni
siquiera de mí misma un cambio radical, espero concienciación. Tan sólo tienes
que leer etiquetas, de tu comida o de tu ropa, y pensar. ¡Pensar! Vivimos en el
mundo del no-pensamiento, de la no-reflexión. No pensar, no ser críticos,
supone opresión; el desconocimiento nunca conduce a la liberación. Entiendo que
mirar a este mundo es muy incómodo, observar este mundo y hacia dónde se
encamina es doloroso. Pero hay que hacerlo. Nuestra ignorancia y nuestra falta
de interés apuesta por el mantenimiento de un estado de cosas excesivamente
desigual e injusto. Yo he llorado al descubrir cómo se fabrican los suéteres de
lana que llevo, el edredón con el que duermo, el champú con el que me lavo el
pelo o el maquillaje con el que me pinto. Son cosas básicas, ¿no? Por no hablar
de cómo se fabrican los cigarros que antes fumaba, los móviles que utilizamos y
un larguísimo etcétera. Miro a mi perra y no me puedo creer que mis botas o mi
chaqueta de piel puedan estar fabricados con un semejante suyo, de una forma
cruel y horrible. Reflexiono acerca de la ‘alegría’ que supone comprar ropa
barata, baratísima: esa camiseta de cuatro euros que te parece una ganga supone
el sufrimiento de toda una vida de otra persona. De toda una vida, de otra
persona. Basta.
Si bien soy
consciente de que no se puede escapar por completo de lo establecido, no quiero
vivir en una mentira. Quiero conocerlo todo, quiero poseer información, no sólo
para saber en qué condiciones viven otros, sino para saber en qué condición
vivo yo –sobre otros–. Formamos parte de una cadena de montaje descomunal y
podrida. Vivir cual autómata no es vida, sentir tus necesidades como principio
universal es un egoísmo que destroza. La acción individual tiene consecuencias
colectivas. Podemos continuar responsabilizando a los gobiernos de lo absoluto,
pero así tan sólo se fomenta el engaño a uno mismo. No puedo dejar de pensar en
todo esto. Este papel ultrablanqueado sobre el que escribo. Las calles sucias
por las que paseo, una ciudad de humo y un cielo rojo que esconde el dolor de
la Tierra. Basta.
Hay temas que me
descarnan especialmente, como el dolor en forma de maltrato. El maltrato animal
en nuestra sociedad es enorme, la agresión por diversión, por aburrimiento,
como descarga de unos seres totalmente desequilibrados y potencialmente
peligrosos. Eso es lo curioso, todo se externaliza y se rebaja, ‘total yo no lo
veo’, ‘total yo no lo sufro’, ‘total sólo son animales’. El dolor nunca es
gratuito ni unidireccional. Leo noticias constantemente acerca de animales
maltratados, violados, asesinados. Leo noticias constantemente acerca de
mujeres maltratadas, violadas, asesinadas.
¿Pero es que no
vemos que estamos mutilando, violando y asesinando a la Tierra? La máscara de
la civilización. El teatro de las galeras. Basta.
El progreso es una
farsa.
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