Ahora fíjate un poco en esos de ahí delante. Están inquietos, van contando los kilómetros que faltan, piensan dónde van a dormir esta noche, cuánto dinero van a gastar en gasolina, el tiempo que hará, cuándo llegarán a su destino... como si en cualquier caso no fueran a llegar. Pero necesitan preocuparse y traicionan el tiempo con falsas urgencias o, también, mostrándose simplemente ansiosos y quejosos; sus almas de hecho no tendrán paz hasta que encuentren una preocupación bien arraigada, y cuando la hayan encontrado pondrán la cara adecuada, es decir, serán desgraciados y todo pasará a su lado y se darán cuenta y eso también les preocupará. ¡Escúchalos! ¡Escúchalos! (Neal Cassady a Jack Kerouac, En el camino, 1957)
El drama supone un motivo para vivir. Otorga a la existencia sentimientos fuertes, incluso extremos; el individuo se siente vivo con este vaivén emocional, se engancha. Adictos al drama. El drama supone un motivo; capaz de estructurar toda una existencia, te pone al límite sin moverte de tu asiento; del vacío total a la aventura de la serpiente.
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