Una terraza repleta en un bar cualquiera. El Mediterráneo ruge de turistas no lejos de allí, mientras el sol brilla espléndido.
Camarero. — Buenos días, señor. ¿Qué desea tomar?
Cliente. — Quiero un plato de sesos humanos. Aun no he tenido la ocasión de probar los de esta bonita ciudad.
Camarero. — Discúlpeme, pero no vendemos sesos. Si quiere le traigo la carta y ve las tapas que tenemos.
Cliente. — ¿Así que no hay sesos? (Airado.) ¡Pues tráeme esa carta, venga!
(El camarero va a por la carta, admitiendo que la mitad de la humanidad, al menos, es perfectamente imbécil.)
Camarero. — Aquí tiene, caballero. ¿Qué le pongo para beber?
Cliente. — Una Coca-Cola sin cafeína, sin limón, mezclada con tu sangre servil.
Camarero. — Hay que joderse.
Cliente. — Me das ahora mismo el libro de reclamaciones.
(El camarero fue a la postre despedido y sustituído por otro nativo, de aspecto más pálido que el anterior.)
Porque el saber no muere, sino inspira...
¡Oh, musas, despertad ahora! ¡No nos abandonéis aún!
miércoles, 28 de junio de 2017
domingo, 25 de junio de 2017
Paseo nocturno
El árbol negro-verde se recorta sobre el negro-azul del cielo
mientras luces cuadrúpedas abordan infinitos de nada.
La urbe descansa en inquieto murmullo.
Las hojas dejan sus árboles y las copas
se agitan en el aire frío
conspirando.
Ciudad de gases, de gris madera acero sucio.
Humanidad sin tregua.
mientras luces cuadrúpedas abordan infinitos de nada.
La urbe descansa en inquieto murmullo.
Las hojas dejan sus árboles y las copas
se agitan en el aire frío
conspirando.
Ciudad de gases, de gris madera acero sucio.
Humanidad sin tregua.
lunes, 12 de junio de 2017
Propaganda
¿Qué hay de nuevo bajo el sol?
Bajo el sol, muy poca cosa.
Un musgo que se mueve
en apariencia aleatoria.
Desamores y amores
ficticios como salas de cine
y cual películas, reales.
Las preocupaciones, las necesitamos.
Son nuestros bárbaros,
nos dan razón de ser.
La libertad, la imaginamos:
siempre podemos elegir
si las opciones nos son dadas.
Hadas y brujos nos repiten
lo bonito que es vivir
ellos mediante.
Para los más,
no hay más ruta que la sabida
y bien sabemos quiénes manejan
con sin par maestría
las verdes sombras de nuestra cueva.
Bajo el sol, muy poca cosa.
Un musgo que se mueve
en apariencia aleatoria.
Desamores y amores
ficticios como salas de cine
y cual películas, reales.
Las preocupaciones, las necesitamos.
Son nuestros bárbaros,
nos dan razón de ser.
La libertad, la imaginamos:
siempre podemos elegir
si las opciones nos son dadas.
Hadas y brujos nos repiten
lo bonito que es vivir
ellos mediante.
Para los más,
no hay más ruta que la sabida
y bien sabemos quiénes manejan
con sin par maestría
las verdes sombras de nuestra cueva.
jueves, 1 de junio de 2017
Manzanas
Hank se había
volado la cabeza múltiples veces. Su única amiga, Josefina, no lo aprobaba. Sin
embargo seguía trayéndole balas puntualmente, cada miércoles, reunión que
aprovechaban para hablar de todo un poco.
Hank ya no tenía
cara, ni cabeza. La había ido perdiendo tiro a tiro. ‘Toda afición tiene su
coste’, había oído decir a alguien cuando aún tenía orejas. Pero a él no le
preocupaba.
‘¿Cómo están tus
padres?’
‘Muy bien, Hank’
‘Te veo mejor’
‘Sí, aquello fue
un virus solamente. Ya pasó. ¿Y tú cómo estás?’
‘Últimamente me cuesta dormir’
Hank apoya la
pistola en el aire, donde debiera estar su sien, y descarga un tiro que va a
parar cerca de los demás agujeros en la pared.
‘Hank, te dije
que no lo hicieras delante de mí. Me asusta la explosión’.
‘Ya deberías
haberte acostumbrado. Además, ¿cómo quieres que recuerde lo que me dices? Ya no
tengo memoria, y vienes muy poco’
‘He empezado a
trabajar, ya te lo… No importa. En el bar. Estoy allí muchas horas, soportando
a los insoportables. Acabamos muy tarde y yo llego agotada a casa. Me gustaría
venir más a verte. De hecho te echo de menos por las noches. Es una suerte que
acabe tan cansada’
‘Oye, cómete una
de tus manzanas. Me encanta verte comer manzana. Pones unas caras muy graciosas’.
Josefina sonríe y
se lleva una manzana a la boca, atacándola con un crujido mientras mira
fijamente a Hank, quien también sonríe con unos músculos que ya no tiene. Él clava sus invisibles ojos verdes en ella.
‘Hank, quiero que
me dispares. Quiero quedarme aquí contigo’
‘Pero amor, eso
sería espantoso. No que te quedes aquí; el calibre de mi pistola te destrozaría
la cara, y a mí me encanta tu cara. Por favor, no me pidas eso’
‘¿Y si me
disparas en el pecho, justo en el corazón? Creo que también es una muerte
rápida, y sería romántico. Ya me disparaste ahí una vez, ¿recuerdas? Creo que
nadie me volverá a acertar jamás. Todos me parecen previsibles a tu lado. Me
aburren. Me aburre la vida. Hank, por favor, hazlo por mí’.
‘Coge otra
manzana’, le dice Hank mientras levanta la pistola. Los dos se miran y sonríen
mientras los labios de Josefina se cierran sobre la fruta, con el agua
azucarada resbalando en su barbilla. Se oye una explosión, y la manzana cae
rodando hasta parar en una esquina.
La policía acudió
a la llamada de un vecino, harto de tantos tiros. Encontraron dos cuerpos
tendidos en una habitación sucia. Uno se hallaba en avanzado estado de
descomposición, con el cráneo destrozado. El otro pertenecía a una joven. Tenía
manzana en la garganta y en su mano una nueve milímetros.
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