Hank se había
volado la cabeza múltiples veces. Su única amiga, Josefina, no lo aprobaba. Sin
embargo seguía trayéndole balas puntualmente, cada miércoles, reunión que
aprovechaban para hablar de todo un poco.
Hank ya no tenía
cara, ni cabeza. La había ido perdiendo tiro a tiro. ‘Toda afición tiene su
coste’, había oído decir a alguien cuando aún tenía orejas. Pero a él no le
preocupaba.
‘¿Cómo están tus
padres?’
‘Muy bien, Hank’
‘Te veo mejor’
‘Sí, aquello fue
un virus solamente. Ya pasó. ¿Y tú cómo estás?’
‘Últimamente me cuesta dormir’
Hank apoya la
pistola en el aire, donde debiera estar su sien, y descarga un tiro que va a
parar cerca de los demás agujeros en la pared.
‘Hank, te dije
que no lo hicieras delante de mí. Me asusta la explosión’.
‘Ya deberías
haberte acostumbrado. Además, ¿cómo quieres que recuerde lo que me dices? Ya no
tengo memoria, y vienes muy poco’
‘He empezado a
trabajar, ya te lo… No importa. En el bar. Estoy allí muchas horas, soportando
a los insoportables. Acabamos muy tarde y yo llego agotada a casa. Me gustaría
venir más a verte. De hecho te echo de menos por las noches. Es una suerte que
acabe tan cansada’
‘Oye, cómete una
de tus manzanas. Me encanta verte comer manzana. Pones unas caras muy graciosas’.
Josefina sonríe y
se lleva una manzana a la boca, atacándola con un crujido mientras mira
fijamente a Hank, quien también sonríe con unos músculos que ya no tiene. Él clava sus invisibles ojos verdes en ella.
‘Hank, quiero que
me dispares. Quiero quedarme aquí contigo’
‘Pero amor, eso
sería espantoso. No que te quedes aquí; el calibre de mi pistola te destrozaría
la cara, y a mí me encanta tu cara. Por favor, no me pidas eso’
‘¿Y si me
disparas en el pecho, justo en el corazón? Creo que también es una muerte
rápida, y sería romántico. Ya me disparaste ahí una vez, ¿recuerdas? Creo que
nadie me volverá a acertar jamás. Todos me parecen previsibles a tu lado. Me
aburren. Me aburre la vida. Hank, por favor, hazlo por mí’.
‘Coge otra
manzana’, le dice Hank mientras levanta la pistola. Los dos se miran y sonríen
mientras los labios de Josefina se cierran sobre la fruta, con el agua
azucarada resbalando en su barbilla. Se oye una explosión, y la manzana cae
rodando hasta parar en una esquina.
La policía acudió
a la llamada de un vecino, harto de tantos tiros. Encontraron dos cuerpos
tendidos en una habitación sucia. Uno se hallaba en avanzado estado de
descomposición, con el cráneo destrozado. El otro pertenecía a una joven. Tenía
manzana en la garganta y en su mano una nueve milímetros.
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