Sí, yo también me he
enfrentado al apocalipsis del segundero, a la espera de un cielo al final de
las escaleras mecánicas del metro; cual burgués decimonónico de tormentosas
trivialidades.
Oscuridad, con el
frío engaño del amor como revolución. Con el frío de uñas carcomidas, de una garganta gruesa que duele.
Sí, el dolor es
subjetivo. Pétalos de oscuro color caen en cascada sobre mi vientre
cansado.
Lo que yo quiero no
existe y lo que existe me hace daño.
El sexo me debilita.
Taparé de nuevo el corazón con mis pies pequeños de sueño en sueño; apestoso
letargo.
Valencia,
tiempo indefinido, quizá en diciembre de 2013, quizá en algún metro.
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