El prefecto que oculta su inseguridad tras su fe en las leyes y en el nuevo dios del Imperio. El poeta que ha de conocer la derrota y la larga caída social para entender. Gente que sobrevive, gente que engaña, gente que se mantiene fiel a sus viejos ideales -o a sus viejos dioses. Un crimen contra el Estado y la religión. Un juicio. Recuerdos no sellados que vuelven con persistencia y figura humana a asaltar existencias que se figuran seguras. La Roma de Honorio y Estilicón, del cristianismo ya alejado de su origen, del ocaso y la decadencia anunciada.
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Vista desde el castillo de Saetabis Augusta, hoy Xàtiva (fotografía del autor) |
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