Es la segunda película de Roberto Andò que veo. La primera fue Viva la libertà. En ambas aparece el irrepetible Toni Servillo, quien con su gesto triste se nos muestra como ajeno a las frivolidades del mundo. Qué mejor papel para él que el de un monje cartujo... en una reunión del G8.
La película es otra crítica al mundo en el que vivimos. Países sin soberanía y democracias que son hasta tal punto ficticias que aun sorprende que la gente siga creyendo en ellas. Alguien dijo que es más fácil engañar a un ser humano que convencerle de que ha sido engañado. Ahí estamos. Y ahora que lo pienso, Dios está presente en la cumbre de la mano del monje (¡invitado nada menos que por el director del FMI!), y uno se pregunta si no es hoy más fantástico creer en el poder de nuestros parlamentos que en el de ese ente creador que, en algún lugar, vela por nosotros.
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Se trata de un film ligero, no obstante; sin demasiada complicación. He leído por ahí que Andò se está ''sorrentinizando''; mas, aunque puede verse algo de ésto (Viva la libertà, que también recomiendo, tenía un tono más colorista), anda Andò aun lejos de conseguir la densidad de una Grande Bellezza. Pero está bien que cada director guarde sus formas.
Mensaje sencillo, decía: el capitalismo neoliberal va en contra de lo que de bueno tiene el ser humano, y al Señor esto no le gusta pero que nada. "Dad y recibiréis" jamás entró en la agenda de las élites que dirigen la nave del mundo, las mismas que juegan a ser dioses con su maquiavélico concepto de la ''destrucción creativa'', que en poco se distingue de la idea (que ya hizo furor entre nazis y espartanos, por nombrar a un par) de que el fuerte tiene el derecho de esclavizar al débil.
Un mensaje un poco sensacionalista, diréis; moralista, izquierdista, simplista. ¡Pero qué psicópatas son quienes llevan las riendas...! Pues en mi opinión está muy bien que el cine italiano lo exprese en voz alta. Para qué está el arte, si no.
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