El subterráneo
metro, con su constante olor a rancio me devuelve a la realidad humana: esas
caras apáticas, de sufrimiento subvertido, incluso ignorado… incluso
indefinido. Soy poeta, soy cantante de un grupo de rock profundo, pero voy
sentada en el metro y comparto un estado con mis semejantes: estoy estática.
En la incesante
búsqueda de la expresividad, que muere en el deseo. El miedo a ser
verdaderamente creativo, en la creación del propio ser. Modelarnos a nosotros
mismos. Entre el rojo y el negro.
Somos una triste
orgía de sentimientos (des)enfrentados.
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