Tras dos semanas esperando la salida del Sol, me siento
incapaz de enfrentarme a él. Hoy es un día rojo. El pelo se me ha secado, la
brisa sureña ha debido abandonarme. Nadie baila ya aquí dentro. A ras de suelo
tan sólo pienso en las horas muertas de mis piernas, que sufren sus
deformidades. Pero todavía miro mis dedos y me dicen ‘elevamos sueños’.
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