Me dice que soy
incorregible: no quiero tener nada mío, ni siquiera recuerdos. Cuando deje de
tener miedo a escribir, formularé grandes historias… ¿Quiero?
El camarero del bar
de abajo se siente atraído por mí; bajo la lluvia, al sol, a la noche fría de
dolor de manos. Me pregunto qué podrá encontrar atractivo de unos paseos tan
aburridos, de mi chándal negro, de mi cara triste, de mi falta de estómago. Sí,
a la vida hay que echarle estómago, con el alma no basta.
*Texto seleccionado para la primera antología del concurso de microcuentos de 'Ediciones con Talento'.
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