Rayos de sangre como utopías inalcanzables:
la educación para los pobres, la igualdad para los ricos.
Nada de eso ocurrirá jamás, pues ni los unos ni los otros lo desean
realmente.
Una bomba lanza rayos sangrientos
y no espera a que los encuentres.
Como al futuro, le basta con tu
pasividad
para herir,
para herirte;
como hiere la frontera invisible
al terreno real
en nuestros sueños de simio dominante.
Caza un mosquito y come,
Rana.
Quizás mañana sea un día distinto,
con la ayuda de dios.
Busca un lugar para morir,
Rana.
Un buen lugar, calmado,
que quizás mañana sea un día distinto.
Hombre, tú, edúcate.
Date cuenta de que el futuro es lo mismo.
Entiéndelo y busca una forma de
terminar
no muy presuntuosa.
La ira de la utopía no te hallará
en este mundo único;
porque mañana no será distinto.
Hombre, el rico será rico también mañana.
Pero a la muerte le será fácil cargar
con tan ligera alma
y suprimirla entre sus largos dedos.